…Somos Diferentes
“…Hoy le pido a Dios, me aleje de tí… serenamente. Todo es por demás, no lo quiso Dios. Somos diferentes…”, se oía a todo volumen a lo largo del malecón, segundado por la percusión rítmica del “…Pin Pin, cayó Berlín, Pon Pon, cayó Japón…”, imponiéndose ambos sobre el arrullador y eterno sonido de las olas abatiéndose sobre la fina arena de la costa dorada.
La Srita. Gloria Osuna, Reina del Carnaval en su edición de 1946, saludaba con gran investidura, avasalladora belleza y contagiosa sonrisa al séquito de espectadores que se unían a la procesión, mientras ‘agasajos’ – cascarones de huevo rellenos de oropel picado, confetti y otras sustancias – surcaban por el prístino azul del cielo, transformándose en amalgama de colores al romperse en mil pedazos sobre las viejas calles del famoso puerto sinaloense.
Los peloteros fuereños que habían hecho del viejo Hotel de Cima su hogar durante su estadía con el equipo rojo estaban más que listos para unirse al sonar de los cascabeles, a la alquimia de la fantasía y a la alegría de la celebración. Su entusiasmo no estaba de sobra. Entremezclado con el perfume salado de la brisa de mar, se respiraba en el ambiente un aire de alegría, triunfo y orgullo en todo el puerto al término de la primera temporada de la legendaria Liga de la Costa del Pacífico (1945-46), en la cual los Venados de Mazatlán pasarían a la historia como la primera novena en conquistar este campeonato.
Con un equipo estelar conformado por José Dolores Virgen y Laureano Camacho en la receptoría; Manuel Magallón en primera; Vinicio García en segunda; Ángel Díaz en tercera; ‘Pepe’ Gutiérrez en las paradas cortas; Jesús Llamas, Carlos ‘Cartucho’ Regalado, ‘Memo’ Garibay, Ramón Díaz y ‘Manolo’ Fortes en los jardines; así como el cuerpo de pitcheo constituido por ‘Lupe’ Ríos, Gilberto ‘Borrao’ Garza, Amadeo Lozano, Florencio García, Tomás Cañedo, ‘Manolo’ Fortes y el inolvidable Daniel ‘Coyota’ Ríos, los Venados ocuparon el primer lugar en el ranking del torneo a partir de la séptima serie, lugar que no soltaron hasta el término del certamen.
Mientras Ríos se convertiría en ese año en el ‘Jugador Más Valioso’ de la temporada – gracias a sus diez victorias, y su efectividad de 2.36 a lo largo de 194 entradas y su promedio de bateo de .362 –, Manuel Magallón terminaría como líder en jonrones (6), siendo dos de ellos muy recordados – uno en la Casa del Pueblo en Hermosillo y el otro en el Parque de Mazatlán –, ‘Pepe’ Gutiérrez sería el número uno en triples (8), mientras que el joven veracruzano Vinicio García quedaría a tan sólo a unos pasos de convertirse en el Novato del Año – título que se llevaría el nayarita Aurelio Espericueta en esa temporada –.
Por todas las proezas realizadas por el equipo rojo, la afición mazatleca tiene una deuda de agradecimiento con el manager de la novena, quien con sus estrategias llevaría a los porteños al triunfo absoluto. Su nombre fue Manuel ‘Manolo’ Fortes (08/Abr/1913 – 19/Sep/2007) y su lugar de nacimiento, Perico, Cuba. El único beisbolista en una familia de cuatro hermanos, ‘Manolo’ dio sus primeros pasos en la ‘maniagua’ – como se les dice a los llanos en Cuba –.
Fortes comenzó su carrera en la Liga Profesional Cubana jugando con equipos como el Marianao, Almendares y Cienfuegos, para después jugar dos temporadas con el New York Cubans de Ligas Negras así como con el equipo Trenton de New Jersey en la New York/Pennsylvania League. También jugó pelota venezolana en 1939, donde alineó con el Club ‘Valdez’ de Caracas. Siendo un novato en los Estados Unidos, Fortes tuvo el honor de jugar junto a grandes como Satchel Page y Joshua Gibson.
Jugando con los Senadores de Washington, el dueño del equipo, Clark Griffith, dictaminó en una reunión: “Jorge Comellas, Tomás de la Cruz y Fortes se van a triple A”. “No, yo me voy, yo no me quedo”, replicó Fortes. “¿Cómo que te vas? ¡No te damos para el pasaje!”. “No hay necesidad, yo traigo para el pasaje”. Respondió Fortes, quien tomó el autobús esa misma noche para irse a Miami y luego el siguiente ‘vapor’ a Cuba, desde donde se le insistió en dos ocasiones más para que aceptara el contrato.
Incluso el buscador de los Senadores, Joe Cambria, llegó a su ciudad para convencerlo, preguntándole: “¿Cómo es posible que quieras jugar en Ligas Negras y no en las Mayores?”. “Porque aquí me tratan como persona decente y allá como si fuera un perro, como negro, aquí estoy más a gusto”, respondió Fortes. Fortes era cubano, pero a diferencia de muchos de sus paisanos, no era de color. Sin embargo, tenía él una gran simpatía y solidaridad con los afroamericanos, sentimiento que lo acompañó por el resto de su vida.
Igual fue la gran pasión que Fortes sentía por el pitcheo, donde se desarrolló con éxito a lo largo de su carrera. Tal fue su amor por esta posición, que rechazó la oferta de Mike González para unirse a los St. Louis Cardinals en Ligas Mayores – quien le dijera: “Chiquito, te voy a dar un contrato que no se le ha dado a ningún novato en Estados Unidos” –. St. Louis estaba más interesado en sus habilidades al bateo y ponía como condición que renunciara para siempre a su posición como lanzador.
Se dice que con el paso de los años, Fortes se arrepintió de su decisión, pero también reveló en entrevista: “el pitchear era algo especial para mí y no lo podía dejar. Cuando yo fui con el Senadores, a todos nos decían negros, ahora juegan negros y blancos, pero al negro lo mastican pero no lo tragan… los blancos se creen los superhombres; los jugadores latinos portorriqueños, dominicanos, venezolanos, mexicanos ya van emparejando a los negros dentro de las Ligas Mayores; los blancos tratan a los negros con hipocresía… todavía hay eso en Estados Unidos… tienen delirio de prepotencia”.
Según relata él mismo en entrevista con el Dr. Jaime Cervantes Pérez, Fortes recibiría más tarde otra propuesta por teléfono. Se trataba de una llamada del mismísimo ‘Fray Nano’ – Don Alejandro Aguilar – desde México, quien le pidió que se uniera a la Liga Mexicana de Béisbol después de su triunfo en un juego de exhibición en Cuba contra los Gigantes de New York. En ese partido y por órdenes de Adolfo Luque, entró Fortes en relevo de Tomás de la Cruz, quien perdió una uña tras recibir la pelota de su catcher Fermín Guerra. Gracias a Fortes, ganaron el juego con un 1 a 0 –.
Fortes, interesado en la propuesta de Aguilar, le respondió: “Ya tengo contrato y anticipo de las Ligas Negras, pero háblame mañana lunes”. Así, Fortes tomó un autobús rumbo a Guanabacoa – a unos cuantos minutos de La Habana –, donde vivía el dueño del equipo que lo había contratado y le dijo: “Oye, no quiero quedar mal contigo, pero aquí tienes los 100 dólares que me diste y no quiero que te enojes. Quiero irme a México”.
El mismo lunes a las 12 de la tarde vuelve a hablar con ‘Fray Nano’, quien le ofrece 175 dólares libres mensuales y le pide que se traiga a Pedro Pagés y a Carlos Blanco. Llegando al puerto de Veracruz, los tres jugadores son recibidos por nada menos que Jorge Pasquel, quien encendiendo un cigarrillo y al frente de un séquito de guardaespaldas, les pregunta. “¿Ustedes son los los peloteritos que vienen para la Liga Mexicana?”. “Sí, señor”, le contestaron. “¿Tú como te llamas?”. “Pedro Pagés”. “Tú te vas para Puebla”. “¿Y tú cómo te llamas?”. “Carlos Blanco”. “Tú te vas para Monterrey”. “¿Y tú eres Manolo Fortes?”. “Sí”. “Te quedas con el Unión Laguna, está jugando aquí contra mi equipo.”
Y ahí se quedó con esa escuadra de 1940 a 1943, alcanzando un récord de 50 victorias por 37 derrotas y jugando al lado del inmortal Martín Dihigo – siendo 1943 su mejor temporada con esta escuadra, al convertirse en campeón de pitcheo con 18-6 y efectividad de 2.70 –.
Después de salirse el Unión Laguna de la Liga Mexicana – dando origen a la Liga Nacional –, Fortes pasó junto con todos los jugadores a Nuevo Laredo en 1944, donde tuvo una temporada regular, con 12 victorias por 11 derrotas y efectividad de 4.16. Continuó su camino con los Dorados de Chihuahua de la Liga Nacional, escuadra con la que permaneció de 1945 a 1946, donde tuvo una excelente actuación tanto como lanzador como bateador.
Al llegar la Liga Nacional a su fin – debido, se dice, a la infuencia de Pasquel, quien hizo hasta lo imposible por desestabilizarla –, Fortes pasó al Juárez de la Liga Arizona-Texas (1947-52, 1953, 1956), donde se convirtió por algún tiempo en líder de pitcheo y jonrones, teniendo su mejor temporada desde la lomita en 1947 – año en que también se convirtió en manager-jugador – con 13 ganados y 3 perdidos. Tambien participó con El Paso (1953) y Nogales (1954-55) de la Liga Arizona-Texas y Arizona México.
Comenzó con el pie derecho en la Liga de la Costa, cuando llevó a Mazatlán al cetro en su primer temporada y dirigió al triunfo a la escuadra Sinaloa sobre Sonora en el juego de Estrellas de ese año con marcador de 11 carreras sobre 6. Tuvo una segunda temporada muy destacada con la escuadra roja, misma que hasta el último momento estuvo aspirando al segundo banderín. En la tercera temporada, el equipo cayó al cuarto sitio – sólo por encima de los debutantes Los Mochis y Obregón –, por lo que ‘Memo’ Garibay se hizo cargo de las riendas a partir de la cuarta temporada de la liga. Siguió su cosecha de triunfos en 1949-50, cuando ganó el gallardete con los Piratas de Campeche de la Liga Peninsular, seguido por los Pericos de Mérida en 1953-54 en este circuito.
Siguió su carrera como manager en escuadras como los Indios de Ciudad Juárez (1956), los Algodoneros de Unión Laguna (1975), los Tuzos de Zacatecas (1976), los Charros de Guadalajara (1977) y el Guadalupe (1978). Después de su retiro del béisbol profesional, regresó a Ciudad Juárez en 1989, dedicándose a instruir a jovencitos de todas la edades en el pitcheo y en el catcheo.
Así, apoyado por Héctor Quiñones, funda la Escuela de Pitcheo y Catcheo en el Estadio Jaime Canales Lira. También se convirtió en coach de pitcheo de los Indios Amateur, mismos que ganaron en 1996 el campeonato estatal. A manera de homenaje, Ciudad Juárez lo integró en el año 2004 a los inmortales del Salón de la Fama del Deportista Juarense, en la ciudad en la que pasaría el resto de su ilustre vida, misma que llegaría a su fin un 19 de septiembre de 2007 a las 2:00 AM, a consecuencia de un paro respiratorio a la edad de 94 años.
Sus éxitos en el campo fueron igual de legendarios que su explosivo caracter. “En Tampico […] le metí una patada a un umpire… En la Costa – dirigiendo a Mazatlán en Hermosillo – le metí un guantazo a un umpire y el Gobernador me mandó al bote”, recordaba entre risas.
“Una vez en Cuba jugaba yo con Cienfuegos. Rodríguez era mi manager; estaba yo pitcheando contra Almendares y ganaba 4 a 1. Dandridge estaba jugando para nosotros el short stop y me hizo tres errores seguidos; era un tremendo bateador… se acercó Rodríguez a mí y me dijo: ‘Manolo te lo voy a mandar al left fielder’; viene otro bateador y me da de hit entre tercera y short y a Dandridge se le va entre las piernas; viene Rodríguez y me dice: ‘No Manolo, dame la pelota’, y yo le contesté: ‘¡No, déjame seguir pitcheando!’ ¡No Manolo, dame la pelota!’. Rodríguez me quitó la pelota del guante, se volteó para llamar al relevista y en ese momento le di una patada en las nalgas.
Fui a recoger mis cosas para salirme del equipo y el dueño me llamó y me dijo: ‘¿A dónde vas, Manolo, a dónde vas?’ Y yo le contesté: ‘Me voy a salir del equipo’. ‘No, espera’. Al terminar el juego, [el dueño] llegó junto a mí con el manager e hizo que nos diéramos un abrazo y [ahí] se acabó todo”.