La Gran Leyenda Perdida de Richmond

”Ve ahí donde enterraste el corazón de Copil y vas a ver un águila devorando una serpiente, porque en tanto que dure el mundo, no acabará, no terminará la gloria, la fama de México-Tenochtitlán.” – autor desconocido, traducido del náhuatl por Miguel León Portilla.

¿Quién de nosotros sabe aún de la existencia de Copil? Según la leyenda, Copil era el hijo de la diosa Malinalxóchitl y el rey de Malinalco, Chimalcuauhtli. Cuando creció, Copil buscó venganza por el deshonroso abandono de su madre por el hermano de ésta, Huītzilōpōchtli. Cuando los mexicas llegaron a Chapultepec, Copil decidió atarcarlos para así derrotar a su tío.

Sin embargo, el joven, bajo las órdenes de Huītzilōpōchtli, fue asesinado por los mexicas durante la batalla del Peñón de los Baños mientras éste miraba el combate desde las alturas. Su muerte fue consumada por el sacerdote Cuauhtlequetzqui, quien más tarde se casaría con la esposa de Copil, Xicomoyahualtzin. Al morir, Copil fue decapitado y su cabeza fue colocada en la cima de la colina, mientras que su corazón fue extraído de su cuerpo y arrojado a un pantano del lago de Texcoco. De ese corazón brotó un nopal, sobre el cual más tarde se posaría un águila. El resto de la historia ya la conocemos todos.

Así como la gran mayoría de los mexicanos no conocemos a Copil – de cuyo corazón nacería nuestro más grande símbolo patrio –, en Richmond, Virginia, USA, hay también muy pocos que aún se recuerdan de la vida y obra del único hijo de esta ciudad que ha llegado a ser un inmortal del Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown… aunque quizás ésto se deba a que este personaje jamás recibió la oportunidad de jugar en Grandes Ligas.

Ray Emmitt Dandridge (31/Ago/1913 – 12/Feb/1994) nació en la ciudad que alguna vez fuera la capital de la Confederación durante la Guerra Civil Americana. Hijo de Archie y Alberta Thompson Dandridge, Ray probablemente fue descendiente de esclavos provenientes del condado de Goochland, pero al nacer en el año de 1913, su familia había vivido ya en Richmond durante décadas. Muchos de sus parientes trabajaban en las fábricas locales de tabaco. De acuerdo con el censo estadounidense de 1920, Archie, jornalero, y Alberta, ama de casa, vivían con sus cuatro hijos en la calle 31. A los 6 años, Ray, el más joven de la familia, asistió a la Escuela Primaria George Mason.

Ray, ávido atletla, jugó varios deportes durante su infancia, incluyendo béisbol, football americano y boxeo. Después de sufrir una lesión en la pierna, el padre de Dandridge lo obligó a abandonar el football. Se enfocó en el béisbol, a menudo jugando con un bat improvisado de la rama de un árbol y una pelota de golf envuelta en cuerda y cinta adhesiva. Dandridge vivió por un tiempo en Buffalo, Nueva York, antes de que él y su familia regresaran a Richmond. Jugó béisbol para equipos en el distrito Church Hill de Richmond, haciéndose conocido por sus piernas cortas y arqueadas, que más tarde le harían ganarse apodos como ‘Hooks’ y ‘Squat’.

Mientras jugaba para un equipo local en 1933, Dandridge fue descubierto por el manager de los Indianapolis ABCs/Detroit Stars, Candy Jim Taylor. Así empezó Dandridge a jugar para los Stars en 1933 y para los Newark Dodgers – quienes más tarde se llamarían los Newark Eagles – de 1934 a 1938. Mientras estaba con los Eagles, Dandridge fue parte del ‘Million Dollar Infield’ que también consistía de Dick Seay, Mule Suttles y Willie Wells. En 1939, mal pagado por los Eagles, Dandridge hizo su cambio a la Liga Mexicana, donde jugó de 1940 a 1943 y de 1945 a 1948, alternando tanto con el México como con el Veracruz. Llamado por Jorge Pasquel, Dandridge jugó en nuestro país al lado de otras grandes estrellas de las Ligas Negras como Josh Gibson, Willie Wells y Leon Day –, haciendo un paréntesis en su aventura en el béisbol mexicano en 1944 para jugar por última vez para los Eagles.

Los vientos del cambio soplaban fuerte en 1947 y la bandera de la integración racial estaba por izarse en el béisbol americano. Por ello, Bill Veeck llamó a Dandridge ese año para que viniera a jugar para los Indios de Cleveland. Aunque eso podría haberle dado la oportunidad de ser el primer jugador negro de Grandes Ligas – honor que le correspondería a Jackie Robinson –, Dandridge rechazó la oferta para no mudar a su familia de México. También se quedó en nuestro país por el buen trato recibido por Pasquel, quien le pagaba $ 10,000 USD por temporada mas gastos de manutención. Gracias a su buena actuación en todas las temporadas en que jugó en México, el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano lo reconocería en 1989 con un lugar entre sus inmortales.

Pasquel se retiró del béisbol profesional en 1951, lo que llevó a Dandridge a regresar a los Estados Unidos. Con ello, Dandridge fue llamado para fungir como manager-jugador de los New York Cubans (1949). Aunque más que capaz de jugar en las mayores – no hay nadie en el béisbol que no lo incluya en su lista de los mejores tercera base de todos los tiempos –, Dandridge nunca recibió el llamado a las Grandes Ligas. En lugar de ello, Ray pasó los últimos años de su carrera como un destacado jugador del béisbol de Triple-A, bateando .362 y liderando en porcentaje de fildeo desde la antesala en la Asociación Americana en 1949. En su última temporada en Ligas Menores en 1955, Dandridge bateó para .360.

En Triple-A, Ray tuvo la oportunidad de convertirse en mentor de un futuro miembro del Salón de la Fama: Willie Mays. Los dos fueron compañeros de equipo en 1951, bateando consecutivamente en la alineación. ”Ray Dandridge era como mi padre”, dijo Mays una vez, citando la historia de cuando Dandridge se lanzó al montículo después de que un pitcher intentara golpear al joven, a pesar de que el lanzador era mucho más alto y corpulento que Dandridge. Dandridge y Mays incluso estaban juntos en el momento en que éste recibió el llamado a Grandes Ligas. Los dos estaban en el cine cuando se le pidió a Mays que regresara al hotel, donde se le dio la gran noticia.

A pesar de nunca haber jugado en Grandes Ligas, Ray Dandridge es considerado como uno de los mejores tercera base en la historia, y uno de los mejores bateadores. Monte Irvin, quien jugó tanto en las Ligas Negras como en Grandes Ligas y vio en acción a los mejores tercera base durante dos generaciones, comentó: ”[Ray] tenía los reflejos más rápidos y las manos más seguras de cualquier jugador de cuadro que yo haya visto. En una temporada, él tenía un mal año si cometía cuatro errores. Como tercera base, podía conseguir que el corredor a primera llegara a ser puesto en out mejor que nadie. Era algo hermoso y valía la pena el precio de la entrada sólo para verlo hacer esa obra”.

Después de retirarse de jugar en 1955, Dandridge trabajó como cazatalentos para los Gigantes de San Francisco y más tarde dirigió un centro de recreación en Newark, Nueva Jersey. Vivió sus últimos años en Palm Bay, Florida, donde falleció a la edad de 80 años en 1994.

La carrera de Dandridge, junto con la de cientos de sus compañeros de las Ligas Negras, se perdió en la oscuridad hasta principios de la década de los 70s, cuando floreció la investigación sobre el béisbol negro previo a la integración racial y los jugadores de Ligas Negras comenzaron a ser incluidos en el Salón de la Fama.

El momento de Dandridge finalmente llegaría en 1987, cuando fue llamado a ser parte del Salón de la Fama de Béisbol en Cooperstown. De ello, Dandridge diría en entrevista: “Siempre quise decir que salí de los campos de maíz y llegué a las Grandes Ligas. Ese fue mi mayor deseo. Pero ahora puedo decir que salí de los campos de maíz y llegué al Salón de la Fama.”

A pesar de su ingreso al Salón de la Fama, el legado de Dandridge en el béisbol sigue siendo subestimado, sobre todo en su ciudad natal, Richmond. En una breve conversación con la hija de Dandridge, Delores, ésta parecía estar sorprendida de que un periodista – Ryan Whirty – quisiera hablar con ella sobre la vida y la carrera de su padre.

”Me temo que [Richmond] no le ha dado al Sr. Dandridge el reconocimiento que se merece”, coincidió el Sr. Murden de Church Hill People’s News. ”Cayó en un agujero histórico y no ha sido pregonado lo suficiente desde entonces para dar a conocer su nombre adecuadamente”.

Dedicado a otra leyenda, el Sr. Felipe ‘Clipper’ Montemayor, en su cumpleaños número 95.