¡Arde Sonora!

El Abelardo L. Rodríguez estaba a reventar ese sábado 15 de diciembre de 1945. A pesar de las derrotas sufridas en las últimas semanas, el club de los Ostioneros de Guaymas contaba aún con una afición leal. Había nerviosismo en el dugout del equipo, ya que después de haber sido una imparable fuerza durante el comienzo del torneo, el equipo dirigido por el cubano Agustín Bejerano – en el cual figuraban estrellas de la talla de Manuel Ríos, Salvador “Rata” Vargas, Julio Alfonso y un chico llamado “El Zurdo” Espericueta –, había caído ya en el último lugar del ranking tras 8 juegos ganados, 12 perdidos y 1 empate (PCT: .400).

El rol de juegos indicaba que su contrincante en la octava serie de la primera temporada de la Liga de la Costa del Pacífico (1945-46) sería la capital sonorense. Este equipo, dirigido por Francisco “Viejo” López Palafox, había alcanzado un milagroso primer sitio hacía dos semanas, para después sufrir una lamentable derrota ante los Venados de Mazatlán, quienes lo relegaron a la tercera posición en el tablero (PCT: .500). Ni siquiera la estrella traída de Grandes Ligas, Bob Lemon, había logrado detener a la ofensiva del aguerrido titán sinaloense, quien se había colocado ya como líder del torneo (PCT: .579).

Originalmente, los Ostioneros habían pensado que el primer juego de la octava serie estaba en sus manos, tras ganar terreno sobre Hermosillo con marcador de 2 a 1. Sin embargo, Bob Lemon supo ponerlos en su sitio. Con tremendo batazo, la esférica que el americano sacó del terreno produjo dos carreras más para la novena capitalina.

Después de este leñazo, los Ostioneros no pudieron revertir el score, llevándose la derrota por 3 carreras sobre 2. En el aire salado del puerto de Guaymas se respiraba y sentía la profunda decepción con la que los aficionados porteños se marcharon del estadio esa tarde, mientras que “El Viejo” López experimentó en aquel momento el gran alivio que sienten los prisioneros cuando su sentencia de muerte se pospone.

El segundo encuentro entre ambas escuadras, llevado a cabo el domingo 16 de diciembre por la mañana, vio enfrentarse a Julio Alfonso (Guaymas) contra “El Ciclón” Echeverría (Hermosillo) en una lucha sin cuartel. El cubano salió a defender al equipo con decoro durante todo el partido, con una actuación por demás espectacular. Le colgó una derrota al legendario Manuel Echeverría y a su relevista, “El Zurdo” Rodríguez, al son de 5 carreras sobre 3. De sobra queda decir que el entusiasmo regresó al club de la Heroica Guaymas de Zaragoza tras la victoria.

Llegó entonces el tercer partido en esa misma tarde dominical, donde se decidiría al ganador de la serie. Para este juego, Bejerano seleccionó a Ramón Correa como pitcher, mientras que “El Viejo” López envió a Francisco Alcaraz al montículo. Poco le duró el gusto al gran “Zurdo” Alcaraz, quien fue relevado por Salvador Rodríguez cuando Guaymas comenzó a inclinar la balanza a su favor.

Llegó entonces el turno al bat de Bob Lemon, quien con gran fuerza aporreó la esférica salida del brazo de Ramón Correa, misma que regresó a toda velocidad hacia el lanzador, golpéandolo en su mano. Incapacitado, Correa tuvo que retirarse a mitad del juego, siendo sustituido por el nayarita Aurelio Espericueta – un lanzador que, con su talento, se convirtió con el paso de los años en un recurso indispensable para el club ostionero. Su récord lo demuestra: Espericueta pasó a la historia en la Liga de la Costa del Pacífico por su contribución en la conquista de dos campeonatos para los porteños (1948, 1951); por su reconocimiento como “novato del año” (1947); así como por su destacada participación en dos Juegos de Estrellas (1945 y 1948) de este circuito –.

Recordado como el primer nayarita que incursionara en Ligas Menores – como la Liga Sunset de California (Mexicali, 1949 y 1950), la Southwest International League (Mexicali, 1951), la Liga Arizona-Texas (Chihuahua, 1951, 1952 y Cananea, 1954), así como la Liga Central (Aguascalientes, 1956) –, Aurelio Espericueta llegó a este mundo en el año de 1917 en el ejido Huachotita, poblado que sería más tarde integrado al Municipio de Tecuala, Nayarit. De acuerdo con una investigación de Román Macías, Espericueta fue firmado por Salvador “Lilongo” Mendívil para Ciudad Obregón en 1945, participando así en la segunda temporada de la Liga de Sonora (1945-1949).

Con 28 años, el pitcher tomó un tren del Pacífico desde Villa Unión, Sinaloa, a su primer partido en la ciudad sonorense, llegando con fiebre y sangrado de nariz, pero decidido a dar una buena actuación. Víctima de los nervios y del cuadro febril que sufría, comenzó el juego dando tres bases por bola. Recuperando un poco la compostura, logró ponchar a sus tres próximos rivales, con lo cual se ganó de inmediato la ovación de los presentes, pero después de ello sufrió un desmayo y no pudo continuar en el partido.

Habiéndose recuperado de su enfermedad, Espericueta comenzó a hacerse su propio nombre entre la gente del béisbol, por lo que ese mismo año de 1945, Florencio Zaragoza lo integra al Guaymas para debutar en la Liga de la Costa del Pacífico en su primera edición (1945-1946). En el tercer juego de la primera serie de esta liga y con Culiacán como su contrincante, el zurdo nayarita se vistió de gloria con una histórica victoria al colgarle a los guindas un 3-2 en su propia casa. Gracias a ello, el club de Guaymas ganó la serie durante su debut en esta liga.

Varias semanas habían pasado ya desde aquel magnífico domingo en Culiacán. Las dos escuadras que representaban a Sonora estaban ahora en llamas y ninguna de ellas podía permitirse acumular una derrota más. Espericueta no decepcionó. Con formidable defensa desde el montículo, el nayarita entregó el partido aceptando sólo 3 anotaciones frente a la aplastante suma de 13 carreras que la artillería de Guaymas le propinó a Hermosillo.

A pesar de los dos grandes triunfos obtenidos esa semana, Guaymas no logró salir del sótano al término de la serie (PCT: .435) mientras que Hermosillo logró alcanzar a rastras el segundo lugar en el tablero (PCT: .478). En Sinaloa, Culiacán (PCT: .476) nada pudo hacer contra la arrasante campaña del líder, Mazatlán (PCT: .619).

Guaymas estaba por cambiar las cosas a su favor en las siguientes series, mientras Hermosillo mostraba inconsistencias en el pitcheo. La afición capitalina lo había notado y ponía en manifiesto su gran molestia por todas las derrotas. El “Viejo” López sentía ya pasos en la azotea…

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