Las Nieves de Enero

“… Esta espera me está destrozando al mirar que han pasado los años y no pienso morirme esperando; ya se fueron las nieves de enero y llegaron las flores de mayo, ya lo ves me he aguantado a lo macho y mi amargo dolor me lo callo”, cantaba el muy recordado poeta sinaloense. Muchas nieves de enero y millares de flores de mayo han visto ir y venir los familiares de Manuel Arroyo (25/Ene/1918 – 08/May/2004), pero lo que sus ojos aún no han visto llegar es el día en que  el nombre del patriarca chihuahuense sea escrito con letras doradas en el recinto de los inmortales con sede en Monterrey. El más reciente destello de esperanza se asomó apenas hace unas semanas, con la más reciente inclusión del ‘skipper’ guinda en las boletas de elección para ingresar al Salón de la Fama del Béisbol Mexicano en la categoría de managers – entre los que figuran no sólo el recordado estratega, sino también Manuel Magallón (otra gran ausencia), Tomás Herrera, Raúl Cano y Tim Johnson – ¿Será que el largo invierno para la familia Arroyo llegará pronto a su fin? ¿Será el 2023 el año de Manuel Arroyo?

Habiendo abandonado este mundo hace más de 18 años, el legendario manager de la vieja Liga de la Costa del Pacífico (1945-1958) partió sin antes haber recibido el más alto reconocimiento para un pelotero mexicano. Ahora tendremos que conformarnos con un homenaje post-mortem el día que éste llegue – y, que esperamos todos, llegue pronto –. Pero, ¿cuáles serán las causas de esta gran ausencia? Las razones son incomprensibles para muchos. Sin embargo, algunos se atreven a aseverar que su exclusión entre los inmortales se debe a que los mayores triunfos del chihuahuense no se llevaron a cabo en la tradicional Liga Mexicana de Béisbol – el mayor circuito de béisbol profesional de verano en nuestro país –, sino en la vieja Liga de la Costa del Pacífico – el más prestigiado circuito de la época, pero en el invierno –. ¿Acaso ésto le resta valor a sus muchos méritos? ¿O es que el béisbol invernal no tiene el mismo peso que el de verano? Y aún si así fuera, ¿cuántos managers mexicanos – de hoy o del pasado – pueden jactarse de haber conquistado cuatro campeonatos al hilo en el béisbol invernal o de haber recibido el título de ‘Manager Campeonísimo’ por la opinión especializada?

Estando al mando del equipo Culiacán desde sus orígenes, el hijo de Santa Rosalía, Chihuahua, llegó a ganarse el reconocimiento tanto de cronistas deportivos como de la directiva de la Liga de la Costa al acordar el día 25 de enero de 1953 como el “Día Manuel Arroyo” – fecha que aún celebramos –. Este homenaje fue con el propósito de celebrar el mes de nacimiento de Arroyo – quien en ese momento cumplía los 35 años de edad –, así como para reconocerle sus 4 campeonatos consecutivos con los Tacuarineros de Culiacán. A partir de este momento, a Arroyo se le conocería no sólo como “Shorty” – o “Chory” en México –, sino como el “Manager Campeonísimo” de la Liga de la Costa del Pacífico. Nos preguntamos ahora, ¿cuántos otros mánagers han recibido un reconocimiento como éste por una hazaña similar?

La prensa de la época dedicaba páginas enteras para describir su peculiar estilo de dirigir. Manuel Ureta escribió en 1953: “Son ocho años los que tiene actuando Arroyo con la pelota de los Tacuarineros y su labor fraguada tenazmente en los diamantes costeños, ha demostrado a los aficionados lo que es un manager capaz de persistir en la pelea. El espíritu combativo de un elemento que nunca pierde la fé y lucha hasta el último momento nos refleja una decisión indómita. El inquieto chihuahuense siempre está en la jugada, ya la ordena, ya la cambia, mueve a su gente, manda las señales a sus jugadores como si fueran piezas de ajedrez, todos lo obedecen. Allí perfila sus diferentes combinaciones, para desarrollar el jaque de la victoria.” “…Cuando está en la caja de coach en la primera base”, continúa Ureta, “sus brazos se encuentran en movimiento, simulando las aspas de un molino de viento. Allí está ordenando la jugada, buscando la victoria”.

Aunque, en un comienzo, la suerte no le sonrió al estratega guinda – Culiacán terminó en el sótano en la temporada debut de Arroyo como manager de la Liga de la Costa del Pacífico –, el chihuahuense demostró lo suyo al bat, conquistando el campeonato individual de bateo con un récord de .374, marca que existió por otros 6 años hasta que Claudio Solano registrara un cercano .381 en la VII temporada de la legendaria liga. Al llegar la segunda edición de la Costa del Pacífico, James Steiner – quien más tarde le daría a Culiacán y a la liga grandes problemas de cabeza – tomó el mando de los Tacuarineros. Las cosas no salieron como se esperaban, por lo que la dirección del equipo llamó a José Luis ‘Chile’ Gómez y, en un último intento, a Arroyo. A pesar de los esfuerzos y de los peloteros de renombre que conformaban el equipo – en aquel entonces, todos ellos novatos sin cuajar –, al club no le fue bien. Fue tan grande la decepción en este segundo año, que la derrota terminó cobrándole a Enrique Peña Bátiz su puesto como gerente de la novena guinda.

Para la tercera campaña, Manuel Arroyo contó con dos grandes activos: gran pitcheo – integrándose al team figuras como Tomás ‘Piyuyo’ Arroyo – y excelente talento americano. Fue así que personajes de la talla de Henry Robinson, Jack Graham y Dick Cole llegaron a Culiacán. Sin embargo, los extranjeros abandonaron temprano el barco para reportarse en Ligas Mayores, por lo que la novena quedó a la deriva, perdiendo en casa por limpia contra los Ostioneros de Guaymas, quienes aseguraron en el Estadio Universitario su primera corona en 1948.

Luego llegó el golpe de timón que cambiaría todo para el equipo guinda: en la cuarta temporada (1948-49) y con casa nueva – siendo ésta el famoso Gral. Ángel Flores, el estadio que nació y murió campeón –, los Tacuarineros, al mando del ‘Shorty’ Arroyo, lograron hacerse del banderín por primera vez y durante cuatro veces consecutivas. La primera, pues, fue un 13 de marzo de 1949 en la serie número 20 ante Los Mochis – arrebatándole el cetro a Ciudad Obregón por 1 juego y a Mazatlán por 2 –; la segunda llegó en el marco de la quinta temporada de la liga (1949-1950) al derrotar a Los Mochis en la Serie Final por 4-3 un 21 de marzo de 1950 – imposible perder, pues Arroyo logró reunir al staff más poderoso de pitcheo de toda la liga; vea usted nomás: ‘Tuza’ Ramírez, ‘Piyuyo’ Arroyo, ‘Negro’ Morales, ¡…y hasta el ‘Venado Mayor’, Daniel Ríos! – ; mientras que el controversial tercer campeonato fue en 1951 – curiosa anécdota: muchos medios del ayer y del hoy reportan que en ese año no hubo campeón, pues Guaymas desistió de participar en la contienda titular, ya que sus jugadores extranjeros abandonaron el team antes del cierre de la temporada. Guaymas, campeón indiscutible de la primera vuelta, consiguió en suma 4.5 juegos de ventaja en todo el torneo sobre el segundo lugar, Culiacán, pero ¿qué no participar en la serie final por decisión propia constituye un forfait? Pues la cosa aún sigue causando polémica entre aficionados e historiadores –. Finalmente, la cuarta llegaría en la temporada 1951-1952 al imponerse los Tacuarineros de Culiacán ante los Venados de Mazatlán. Como pilón, una quinta y última vez vería la Liga de la Costa del Pacífico a Culiacán como campeón del rol regular en el marco de la novena temporada (1955-56) al son de 33 victorias sobre 23 derrotas (.589) – aunque en ese año resultó Hermosillo ganador del torneo –.

Así las cosas para el primer gran manager del team Culiacán en el mejor béisbol invernal de la bien llamada época de oro del béisbol mexicano… Fue tal la influencia de Arroyo sobre el béisbol de la Costa, que es imposible imaginar a Culiacán como una ciudad sin protagonismo ni tradición en la actual Liga ARCO Mexicana del Pacífico. Gracias a Arroyo, la ciudad de los Tres Ríos ha sido colocada firmemente en el mapa beisbolístico desde hace más de 70 años – logrando lo mismo, dicho sea de paso, con otros equipos de otras ligas; véase por ejemplo, a los Dorados de Chihuahua de la Liga Central, aunque esto ya es otra historia que bien merece ser contada en otra ocasión –.

Indiscutiblemente, Culiacán no sería la orgullosa y más beisbolera ciudad del Estado de Sinaloa que es hoy, de no haber sido por el gran legado de Arroyo. Estamos convencidos que el ‘Manager Campeonísimo’ de la Liga de la Costa reúne los requisitos suficientes para ser un digno miembro del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano. Sin duda, una deuda histórica que bien merece la pena ser saldada por el H. Comité Elector de 2023.

Para mayor información sobre la carrera de Manuel Arroyo, lea aquí una columna anterior.