Manuel Arroyo y su Primera Cita con la Historia

El béisbol constituye, como el cine y la música, una parte fundamental de la cultura popular en México. Hace poco y por curiosidad nos tomamos unos minutos para revisar la historia de los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Este breve vistazo reveló que han habido icónicos actores y directores, quienes a pesar de sus grandes contribuciones, jamás han sido acreedores del máximo galardón del mundo cinematográfico. Vienen a la mente James Dean, Kirk Douglas, Richard Burton y, quizás el caso más grave, Alfred Hitchcock – afamado director de cine y considerado como uno de los mejores de todos los tiempos –.

¿Por qué será que, en ocasiones, personajes que son dignos de todos los laureles no reciben aún el reconocimiento que justamente se merecen? Lo mismo pasa en la música, con artistas de la talla de Jethro Tull, Joe Cocker, Soundgarden o Pat Benatar, quienes a pesar de haber dejado huella en sus respectivas épocas y con sus singulares estilos, aún no han sido aceptados en el Salón de la Fama del Rock and Roll en Cleveland.

Lamentablemente, el béisbol mexicano no es la excepción, pues aún existen muchos personajes clave de la Época de Oro que aún no reciben el justo honor de formar parte del recinto sagrado del béisbol profesional con sede en Monterrey. Entre todas las grandes ausencias del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano destaca, sin duda, la figura del legendario manager del equipo de Culiacán, Manuel Arroyo Vázquez (27/Ene/1916 – 08/May/2004).

Mejor conocido como “Shorty” – apelativo que se ganó debido a su estatura (1.67 m) en el club de El Paso Texans de la Liga Arizona State –, Arroyo se distinguió por ser la mente maestra detrás de los cinco campeonatos (1948-49, 1949-50, 1950-51, 1951-52, 1955-56) – o cuatro y medio, dependiendo de a quién le pregunte usted – que los Tacuarineros de Culiacán conquistaron en sus 13 años en la Liga de la Costa del Pacífico (1945-1958).

Singular manager-jugador con excelentes reflejos en la antesala y en la segunda base, Arroyo saltó a la fama a nivel nacional no sólo como timón del equipo de la capital sinaloense – donde se ganó a pulso el título de “manager campeonísimo” –, sino también como productor de campeonatos para muchas otras novenas triunfadoras en diversas ligas – como con los Dorados de Chihuahua en la Liga Central (1953, 1955, 1957), escuadra en la cual brilló también con luz propia el short-stop “Gilillo” Villarreal –.

Nacido en Rosalía de Camargo, Chihuahua, pero criado desde los 3 años en El Paso, Texas, Arroyo estudió en la Bowie High School, donde se destacó en el béisbol, llegando a ser seleccionado para representar a esta ciudad fronteriza en campeonatos nacionales. Tiempo después participó en el equipo local de El Paso, para después ser transferido a los Milwaukee Brewers, quienes eran entonces una surcursal AAA de los Chicago White Sox.

Fue en 1938 cuando entró a la Liga Mexicana de Béisbol (LMB) con los Alijadores de Tampico, para jugar al año siguiente con el primer equipo de Monterrey anexo a la LMB, el famoso Carta Blanca. Después regresó a Tampico, donde obtuvo un promedio de bateo de .313 en su último año con los Alijadores (1944). En el verano de 1945 entra a la Liga Nacional – proyecto puesto en marcha por el Alto Comisionado Salvador Mondragón –, portando la casaca de los Indios de Cd. Juárez.

Un año después regresa a la LMB con los Diablos Rojos del México, donde se inicia como manager en el circuito veraniego, conquistando dos subcampeonatos en 1946 y 1947. Tan largo y exitoso fue su paso por la Liga Mexicana de Béisbol, que nos resulta injusto resumirlo sólo en unas cuantas líneas. Poco es el material hemerográfico disponible de esta gran figura, pero al “Shorty” Arroyo aún se le puede ver en acción compartiendo la pantalla con el primer actor Adalberto Martínez “Resortes” en la gran cinta “El Beisbolista Fenómeno” (1952) del director Fernando Cortés.

Luego de 15 años como beisbolista profesional, llega la primera cita de Arroyo con la historia del béisbol de la costa: Enrique Peña Bátiz lo llama para dirigir a la escuadra guinda – conformada en aquel momento, como recuerda “Gilillo” Villarreal, por casi puros chicos locales que necesitaban de su guía y consejos –. Arroyo no llega a tiempo para el juego inaugural de la Liga de la Costa del Pacífico en el Estadio Universitario, donde los Tacuarineros sufren la derrota propinada a manos del lanzador Julio Alfonso del Guaymas un sábado 27 de octubre de 1945 con marcador de 0-2.

Llega al segundo juego de la serie en un avión exprés enviado especialmente por la directiva de Culiacán, donde su actuación ayuda al equipo a cobrar la revancha sobre los Ostioneros con un respetable 6-3.

Sólo un par de semanas más tarde escribe Manuel Arroyo otra página en la historia de la naciente liga. La ocasión fue el segundo partido de la sexta serie del torneo, celebrada en la primera semana de diciembre de 1945 y siendo los actores las escuadras de Culiacán y Hermosillo.

En este juego, Arroyo se enfrentó al icónico lanzador de la capital sonorense, Manuel “Ciclón” Echeverría, quien ya comenzaba a convertirse en el terror de muchos bateadores del torneo. Pero Arroyo gozaba de muy buenos instintos y sabía muy bien presionar a los nudilleros. Así, con un tremendo cañonazo salido de su bat, Arroyo logró conectarle al “Ciclón” el primer cuadrangular producido en el Estadio de La Casa del Pueblo un lejano domingo 02 de diciembre de 1945 ante los incrédulos ojos de la afición hermosillense.

Con aquel cuadrangular, “El Shorty” logró empujar dos de las tres carreras que los Tacuarineros anotaron esa mañana. Lamentablemente, tanto el partido como la serie se pierden, pero el momento de triunfo trasciende. Trascendental fue también el destacado desempeño al bat de Arroyo durante la primera temporada de esta liga, donde al término de la misma lograría coronarse como campeón de bateo (.375) así como campeón productor de carreras (42).   

Éstas y otras muchas grandes hazañas deportivas permanecen indelebles en la memoria de la afición de la vieja guardia y se convierten en parte de la rica historia del Rey de los Deportes. Esperemos con paciencia el gran día en que este importante protagonista de la Época de Oro del Béisbol Mexicano reciba el lugar que justamente se merece entre los Inmortales de este noble deporte.