Los Imperdonables

En diciembre de 2020, el comisionado de béisbol, Robert D. Manfred, Jr,. anunció una nueva política de la MLB: el reconocimiento de las Ligas Negras como parte de Grandes Ligas – poniéndose éstas a la par de la Liga Nacional y la Liga Americana –. Con ello se pretendió corregir el triste y reprobable antecedente histórico de racismo en el ámbito del deporte profesional en la sociedad del vecino del norte.

Hemos de recordar que las Ligas Negras, fundadas en 1920 – hace 102 años –, nacieron como la única alternativa para que beisbolistas de descendencia afroamericana pudieran jugar de manera profesional. No fue sino hasta 1947 y con el arribo de Jackie Robinson al equipo de los Dodgers de Brooklyn – quien, por cierto, no la pasó nada bien en esa época, pero esa es otra historia – cuando comenzó el largo y doloroso proceso de integración racial en el béisbol. A la sociedad en general le tomaría otro par de décadas para retomar este proceso, gracias al activismo de personas como Martin Luther King, Jr.

Durante décadas, los miembros de la comunidad afroestadounidense eran víctimas de las llamadas Leyes ‘Jim Crow’ – estatutos apoyados por el aparato de justicia americano y que propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas por mandato ‘de iure’ bajo el lema de “separados pero iguales” –. Aún siendo ciudadanos de su propio país, los afroamericanos vivían con libertades y derechos civiles limitados y eran objeto de maltratos por parte de otros grupos sociales.

Entre muchas de las vejaciones avaladas por estas leyes destacaron el tenérseles prohibido sentarse en los asientos delanteros del transporte público, comer en ciertos restaurantes, usar baños públicos de uso exclusivo para blancos y beber agua de los mismos bebederos que los blancos. El béisbol no fue la excepción: en 1867, la Asociación Nacional de Beisbolistas en los Estados Unidos votó por prohibir a cualquier equipo que alojara en su novena a algún jugador de color – 4 años antes de que este deporte se convirtiera en profesional –.   

Cuando comenzaron a llegar las primeras estrellas de Ligas Negras a México – como Satchel Paige y Joshua Gibson –, los afroamericanos se toparon con una grata sorpresa: encontraron en este país a una sociedad incluyente y amable. La afición mexicana le profesó a los más de 150 deportistas provenientes de Ligas Negras su respeto y admiración. Fue en México donde éstos encontraron la libertad y la dignidad que tanto anhelaban.

Famosa es la frase de Willie Wells: “He encontrado libertad y democracia aquí, algo que nunca encontré en los Estados Unidos. Aquí en México, soy un hombre”; así como la declaración de agradecimiento a Jorge Pasquel – mandamás de la Liga Mexicana de Béisbol – por parte de Monte Irvin: “Recuerdo mi tiempo en México con cariño. Fue la primera vez en mi vida que me sentí libre. Podíamos ir a donde quisiéramos, comer lo que quisiéramos y hacer lo que quisiéramos sin tener que preocuparnos de nada. Le debo esa experiencia a Jorge Pasquel.”

Sin duda es motivo de orgullo recordar cómo el béisbol del México de finales de los 30s y de la década de los 40s del siglo pasado congregó sin discriminación a hombres de distintas razas y nacionalidades mucho antes que los Estados Unidos – hecho que quizás muchos americanos desconocen o pretenden restarle valor –. Sin embargo, al parecer la estancia en territorio mexicano vino con un precio muy alto para muchos jugadores de Ligas Negras. Según una investigación de Gary Ashwill, 68 de los 80 peloteros de Ligas Negras que jugaron en México entre 1945 y 1948 no fueron invitados a participar con algún equipo de su país de origen a su regreso, aún a pesar de no haber sido oficialmente vetados por el béisbol organizado.

Recordemos que el comisionado de béisbol de la época, Albert Benjamin ‘Happy’ Chandler, impuso un veto con una sanción de 5 años a cualquier jugador americano que aceptara la invitación de Jorge Pasquel – debido a que, desde el punto de vista de los negocios, Pasquel había incurrido en prácticas de competencia desleal –. Este veto fue impuesto en 1946 y fue rescindido en junio de 1949. Aún cuando muchos peloteros afroestadounidenses decidieron no volver a México en el verano de 1948, niguno de ellos fue firmado con un club de Ligas Mayores o Menores. En cambio, muchos de ellos jugaron en la Ligue Provinciale de Québec, Canadá, junto con algunos de los jugadores blancos de Grandes Ligas vetados por Chandler.

En su ensayo, Ashwill propone dos razones para dar una explicación a este fenómeno. Por un lado, muchos de los jugadores de Ligas Negras que estuvieron en México en ese momento eran ya atletas mayores de 30 años – como Raymond Brown, quien por aquella época tenía más de 35 años –. Por otro lado, Ashwill sugiere que muchos jugadores afroamericanos en México fueron, de hecho, informalmente incluidos en la lista negra de Ligas Mayores.

Es posible que lo anterior haya sido producto de una acción no concertada. Los gerentes de clubes pudieron haber desistido en contratar a estos jugadores como una medida cautelaria. En una época tensa debido al comienzo de la integración racial iniciada por Branch Rickey – quien firmara a Jackie Robinson con los Dodgers –, hubiera sido difícil justificar el negar la entrada a peloteros blancos que hubiesen jugado en México y hubieran sido formalente vetados y al mismo tiempo fichar a beisbolistas negros que jugaron a su lado.

El mismo Rickey expresó abiertamente su enojo por la fuga de talento americano provocada por Pasquel y es fácil imaginar que éste no hubiera tenido una buena disposición hacia ningún jugador – fuera blanco o negro – que hubiera abandonado el béisbol organizado por la Liga Mexicana, considerada en esa época como un circuito independiente.

Otra razón es que quizás los clubes de la época simplemente quisieron evitarse problemas de índole legal. Con la amenaza de acciones legales contra Grandes Ligas por parte de jugadores blancos vetados luego de su participación en México – como Sal Maglie, Max Lanier, Fred Martin y Danny Gardella –, probablemente los ejecutivos no quisieron arriesgar sus inversiones contratando a jugadores de color, aún cuando éstos no hubiesen sido formalmente vetados del béisbol americano.

Con el fin de retirar las demandas legales de los jugadores – precedentes históricos de lo que hoy llamamos “agencia libre” –, ‘Happy’ Chandler rescindió la prohibición de jugadores de Grandes Ligas que hubiesen jugado en México un 5 de junio de 1949. En esa misma semana, Ray Dandridge – pelotero de Ligas Negras que hizo historia en la Liga Mexicana y en la Liga de la Costa del Pacífico – se convirtió en el primer veterano de la Liga Mexicana en volver a firmar con un club de béisbol organizado en los Estados Unidos – con los Minneapolis Millers, un equipo Triple A asociado a los New York Giants –.

A él se le unieron, según relata Ashwill, sólo otros 9 jugadores que únicamente lograron aspirar a Ligas Menores: Art Pennington (en 1949; con Portland, PCL), Booker McDaniels (en 1949; Los Angeles, PCL), Marvin ‘Coqueta’ Williams (en 1950; Sacramento, PCL), Leon Day (en 1951; Montreal, IL), Bonnie ‘Grillo’ Serrell (en 1951; San Francisco, PCL), Pedro Formental (en 1952; Havana, IL), Theolic Smith (en 1952; San Diego, PCL), Lonnie Summers (en 1952; San Diego, PCL) y Jesse Williams (en 1952; Vancouver, PCL).

Sólo dos jugadores de Ligas Negras que tuvieron residencia en México de 1945 a 1948 llegaron a Grandes Ligas: Bus Clarkson y Héctor Rodríguez – ambos hasta 1952 –. No obstante, la afición aún recuerda cómo los New York Giants nunca llamaron al gran Ray Dandridge, a quien dejaron en su sucursal de Triple A. Stew Thornley, un experto en la historia de los Minneapolis Millers, sostiene que “había especulación de que las posibilidades [de Dandridge] se vieron perjudicadas debido a su participación en la Liga Mexicana”.

En suma, de los 80 jugadores de Ligas Negras que residieron en México entre 1945 y 1948, sólo 12 peloteros – un 15% – volvieron a jugar pelota profesional en su país de origen – la nación también conocida como “The Land of the Free” –, sin haber sido formalmente vetados. Muchos de ellos, atletas de gran calidad y cuyos nombres se han perdido ahora en el tiempo.