La Tragedia de Linares

Bonnie ‘El Grillo’ Serrell vivía una vida de reyes en México. Habiendo aceptado la invitación de Jorge Pasquel, el talentoso shortstop originario de Louisiana abandonó al club de los Kansas City Monarchs de Ligas Negras para unirse al club de los Alijadores de Tampico en 1945. En una época en que existía gran discriminación contra los afroamericanos en su propio país, Serrell encontró fama, prosperidad, pero sobre todo, respeto en México.

Del lado sur del Río Bravo, Serrell era toda una superestrella. Había logrado hacer una fortuna durante su estadía en territorio mexicano. Mientras que Kansas City le ofrecía un salario de $400 USD al mes por 6 meses, jugando 8 juegos a la semana, viajando en un autobús destartalado y durmiendo en muladares, Pasquel le pagaba por sus servicios $750 USD al mes mas gastos de manutención y alojamiento en los mejores hoteles. Jugaba sólo 3 veces a la semana, por lo cual tenía la oportunidad de dedicar mucho tiempo a sus pasatiempos favoritos: pescar y cazar.

En México había encontrado a dos colegas que le hacían compañía en sus excursiones de cacería: Daniel ‘Coyota’ Ríos y Epitacio ‘La Mala’ Torres. Ríos era, en palabras de Serrell, “un cazador de primera clase”, mientras que Torres disparaba su arma sin gran atino. Los tres pasaban sus ratos libres cazando venados y leones monteses. Otro pasatiempo del trío de amigos consistía en recorrer las carreteras del país en el Cadillac nuevo de Serrell.

Ríos y Torres habían pasado buena parte de la temporada de 1952 sin ver mucho a su amigo americano. Por ello, en una ocasión, Serrell, luego de un partido de béisbol, les ofreció a ambos llevarlos a Monterrey en su Cadillac y así pasar el tiempo juntos. Serrell decidió conducir al par hasta Monterrey para después seguir su camino rumbo a Nuevo Laredo, pues él mismo militaba con los Tecolotes en ese año.

Las dos estrellas mexicanas tenían el compromiso de viajar en un autobús especial de la Línea de Transportes Frontera, junto con el resto de su equipo, pero decidieron aceptar la invitación de Serrell para viajar con él y pasar un buen rato. Sin embargo, al llegar a Monterrey, se toparon con una noticia inesperada y espeluznante.

Era la noche del 15 de julio de 1952 cuando el autobús que transportaba al club de los Sultanes a la Ciudad de México para un partido con Nuevo Laredo cruzó por la ciudad de Linares, Nuevo León. Ahí, alrededor de las 23:30 horas, mientras los jugadores dormían tranquilamente en sus asientos, el vehículo cruzó el arroyo ‘La Lajilla’ a través de un estrecho puente a la altura del kilómetro 840 de la carretera México-Laredo. Estando en este lugar, el autobús fue súbitamente embestido de frente por un pesado camión cargado con 7 toneladas de maíz, cuyo conductor se quedó dormido al volante.

Normalmente, Ríos y Torres hubieran estado sentados en los asientos delanteros de la unidad, pues éstos estaban reservados para las dos estrellas del equipo. Pero ya que Ríos y Torres viajaban en el automóvil de Serrell, los dos asientos disponibles fueron ocupados esa noche por otras dos jóvenes promesas del béisbol mexicano de la época: el pitcher Vicente ‘Corazón’ Torres Mora, de 29 años, y el parador en corto Adolfo ‘Chamaco’ García Romero, de 25, quienes, junto con Antonio Méndez, conductor de la unidad, perdieron la vida tras el fuerte encontronazo.

Muchos de los jugadores del Monterrey, a pesar de haber sobrevivido el fatídico accidente, resultaron heridos de gravedad, como los cubanos Alfonso ‘Gallina’ Peña, Carlos Colás, Heberto Blanco y Adolfo ‘Tribilín’ Cabrera. Con bastantes heridas, pero de menor consideración, resultaron también Pablo García, Raúl Alonso Cansino, José ‘Bimbo’ Villegas, Rodolfo ‘Bombero’ Alvarado, Pedro Comas, Guillermo Prieto, Francisco Ovando y Rogelio ‘Chango’ González. Lázaro Salazar, manager de la novena regiomontana, no viajaba con ellos en el autobús, pues éste ya se encontraba en el lugar del compromiso del equipo en esa noche.

La tragedia enlutó a todo el país, por lo cual el club neolonés recibió telegramas de condolencias de cientos de aficionados, incluyendo un mensaje del gobernador de Estado de Nuevo León y del entonces presidente de México, Lic. Miguel Alemán.

Con la larga lista de lesionados, los dueños de otros clubes decidieron apoyar a los Sultanes para que pudieran terminar la campaña. Por ello fue que varios jugadores de otros equipos fueron cedidos al Monterrey en esa temporada. El equipo neolonés terminaría el certamen con Pedro Comas en la receptoría, Jesús Ramos en la inicial, Ricardo Garza – cedido por el Águila – en la segunda, ‘Kelo’ Cruz – cedido por Laredo – en el shortstop, José Gutiérrez – prestado por el México – en la antesala, así como a Humberto Borbón – cedido por el México –, Guillermo ‘Diablo’ Núñez – quien sobreviviera ileso después del choque – y Alfredo ‘Moscón’ Jiménez – prestado por el Jalisco – en los jardines.

El club volvería a reaparecer el 25 de julio del mismo año en el Parque Cuauhtémoc de Monterrey y con Daniel Ríos en la loma de los disparos. Esa tarde, los Sultanes vencerían al Águila del Veracruz al son de 2-1. El aplauso solidario de la afición no se hizo esperar.

A pesar del regreso triunfal del equipo, los Sultanes, dolidos por la irreparable pérdida de sus compañeros, tuvieron una mala temporada. Aunque Lázaro Salazar volvió a estar al frente del equipo tras el accidente, el desgano de los jugadores fue tal que el cubano se vio en la necesidad de renunciar a su cargo – siendo sustituído por Ramón Bragaña –. Sin embargo, un día después de su renuncia, la directiva lo convenció para que siguiera al mando.

Según relata Serrell, tras el accidente, Epitacio Torres le agradeció personalmente por salvarle la vida al haberle ofrecido llevarlo con él, mientras que Ríos, al enterarse de la noticia y de la pérdida de sus compañeros, quedó en estado de shock, pues resulta que el autobús estuvo esperándolo unos minutos después de las 19 horas de aquella fatídica noche antes de partir a su funesto destino.

Muchos fanáticos atribuyen a este accidente el negativo desenlace del equipo en la temporada de 1952. Con récord de 36-54, los Sultanes terminaron la temporada en sexto lugar – el peor resultado del club con Salazar como timonel –. Sin embargo, lo más grave fue la irreparable pérdida de dos jóvenes figuras con carreras prometedoras en el béisbol nacional. Mientras Vicente Torres, originario de Aguascalientes, ya se perfilaba como uno de los lanzadores mexicanos más efectivos de la Liga Mexicana de Béisbol, a Adolfo ‘Chamaco’ García, de León, Guanajuato se le consideraba, junto con Guillermo ‘Huevito’ Álvarez y Gilberto ‘Gilillo’ Villarreal, como uno de los mejores paradores en corto mexicanos de la época. Sólo Dios sabe hasta dónde hubieran llegado ambos si sus vidas no hubieran sido truncadas de forma tan inesperada y en la flor de su juventud.

Que en paz descansen, Vicente ‘Corazón’ Torres y Alfredo ‘Chamaco’ García, a 71 años de aquella terrible noche de 1952.