Sigue Adelante

“Sigan adelante… para atrás ni para agarrar viada”, nos decía mi ‘papá viejo’ mientras mi hermano y yo navegábamos los tempestuosos años de nuestros estudios universitarios en nuestra cada vez más lejana juventud. Seguir adelante a pesar de las dificultades a las que nos enfrentamos en nuestro andar por la vida requiere de tenacidad – fortaleza indispensable en todo ser humano –. El hombre que inspiró el nacimiento de esta columna semanal nunca se distinguió por lamentarse de su pasado, como es el caso de muchas personas que hoy tienen – o comenzamos a tener – más pretérito que futuro. Cada vez que ‘Gilillo’ volvía su mirada hacia el pasado era sólo para desenvolver el maravilloso regalo de sus bellos recuerdos o para compartir con nosotros la sabiduría adquirida durante sus muchas experiencias, esbozando la gran sonrisa que todos aquellos que lo conocimos recordaremos por siempre. 

“¡Sigan adelante!”, gritó con fuerza el manager americano Art Lilly mientras sus enérgicos aplausos hacían eco en los recovecos del dugout de los Yaquis de Ciudad Obregón. El equipo, desmoralizado, venía sufriendo desde el comienzo del partido una terrible blanqueada a manos del famoso pitcher cubano Lino Donoso, en lo que fuera el segundo encuentro de la serie No. 2 en la temporada 1953-54 de la Liga de la Costa del Pacífico. Donoso, futuro lanzador de los Piratas de Pittsburg en las campañas de 1955 y 1956, llegó al mejor béisbol del mundo gracias a su excelente año de 1954 con los Hollywood Stars de la Pacific Coast League, donde cosecharía un récord de 19-8 con asombrosa efectividad de 2.37.  El cubano pasaba sus inviernos en la Liga de la Costa del Pacífico, donde causó gran furor con los Venados de Mazatlán, equipo que ya desde la segunda serie se perfilaba como uno de los más fuertes.

La fecha del encuentro fue el sábado 10 de octubre de 1953 y el lugar fue el Estadio de Mazatlán. Bob Clear había perdido el duelo del día anterior ante Daniel Ríos con marcador de 3 carreras contra 1 y con homerun de Ángel Castro. Ahora los Yaquis se encontraban en aprietos contra una máquina mazatleca bien aceitada y constituida por José Zacatillo Guerrero(3b), Eddie “Pecas” Serrano (ss), Barney Serrell (2b), Ángel Castro (1b), Epitacio “La Mala” Torres (of), Dick Hall (of), Felipe Montemayor (of), Pisi Martínez (catcher) y el lanzador Lino Donoso. Por otro lado, Ciudad Obregón tenía entre sus filas a William Cash y Laureano Camacho (catchers), así como un cuadro conformado por Pedro ‘Charrascas’ Ramírez (1b), Moisés Camacho (2b) – siendo apoyado unas semanas más tarde por un novato debutante llamado Ronnie Camacho –, Gilillo Villarreal (3b) y Buddy Peterson (ss); mientras que los jardines eran custodiados por Joe Pérez, Héctor ‘Comadre’ Leal y Gonzalo García. Además, el bullpen Yaqui contaba con Bob Clear, Bill Thomasson, ‘Manny’ Pérez, José Armenta, ‘Panchillo’ Ramírez, Lucio Olivas y Manuel Robles, llegando unos dos meses más tarde al equipo el ‘ganador más perdedor’, Don Larsen.

Que Donoso le hubiese colgado 6 argollas a la tribu Yaqui parecía no tener preocupado a Art Lilly, quien recientemente había llevado al equipo ‘El Paso Texans’ al subcampeonato de la Arizona-Texas League en 1950 y en 1952 y al campeonato en la Southwest International League en 1951. El estratega había llamado a Bill Tomasson al montículo, en lo que fuera su debut en la Liga de la Costa del Pacífico. Parecía haber sido la decisión correcta, pues hasta ese momento, el novato había podido evitar los momentos más difíciles, dominando con oportunidad. “No hemos permitido carrera, así que todo lo ocurrido hasta ahora no significa nada”, le decía Lilly al equipo, en un esfuerzo por inyectarles confianza, o quizás en parte tratando de convencerse a sí mismo.

Donoso había logrado retirar en orden y sin problemas a todos los bateadores de Obregón. En la sexta entrada, el cubano llegó incluso a ponchar a sus tres adversarios en orden. Pero el béisbol, como la vida, es muchas veces impredecible. Sería en el séptimo episodio y después de dos outs cuando recibiría del bat de ‘Gilillo’ Villarreal un elevado que se le escondió al jardinero Felipe Montemayor en el sol, logrando colarse éste a la primera colchoneta. Con ello, la máxima hazaña para un pitcher no se escribiría por primera vez en este circuito invernal de la pluma del lanzador oriundo de La Habana, sino que este honor le correspondería unos meses más tarde a Ronnie Smith – el 22 de enero de 1954 y jugando para Hermosillo, quien venció a Culiacán 4-0 –.

A pesar de que el imparable de ‘Gilillo’ no pasó a mayores consecuencias – el resto de la ofensiva no logró sacar partido de la oportunidad presentada –, lo que su jugada logró fue robarle la confianza, hasta ese momento inquebrantable, al moreno antillano. Llegó el octavo episodio del encuentro y fue el turno de William Cash, quien le arrancó a Donoso otro sencillo; seguido por Moisés Camacho, quien con jugada de sacrificio hizo que Cash llegara a la segunda almohadilla. Entra el turno de Enrique ‘Bacatete’ Fernández, autor de un doble y con ello, de la única carrera del encuentro. A veces, el adversario a vencer no es el equipo contrario, sino la mente propia.

No era la primera ocasión en la que ‘Gilillo’ hacía frente a una situación desesperada. Ya el 14 de agosto de ese mismo año, su rival y amigo Ramiro Cuevas, lanzando para los Tecolotes de Nuevo Laredo, logró el primer Juego Perfecto de la Liga Mexicana de Béisbol en el Parque Delta, cayendo el equipo del sinaloense como víctima. La única oportunidad real que tuvieron los Diablos Rojos del México para salvar el partido fue a manos del mismo Villarreal – por cierto, también en el séptimo episodio –, pero un espectacular salto de Barney ‘Grillo’ Serrell detuvo su proyectil – quien curiosamente jugaría en el cuadro de los Venados unos meses más tarde –. Los Diablos perderían ese juego con score de 1-0, pero la experiencia de aquella fría noche en el Parque Delta le quedó a Villarreal muy presente.

“Así es esto del béisbol”, nos decía mi ‘papá viejo’ tratando con esta frase de hacernos entender lo impredecible que suele ser la vida. Aún con 6 2/3 innings sin hit ni carrera y admitiendo sólo 3 hits en todo el encuentro, Donoso había perdido el partido en casa, mientras que Tomasson, en su debut, permitió nueve hits y golpeó a uno de los Venados, pero aún así ganó con una sola carrera de los Yaquis. No cabe duda que el éxito depende en gran medida de la tenacidad y del esfuerzo con el que hacemos las cosas. Ejemplos hay suficientes de que en realidad, todo lo que necesitamos para triunfar en la vida es simplemente seguir adelante.

Seguir adelante es difícil. En el alma humana operan muchas fuerzas que no comprendemos y que a menudo no están alineadas entre sí. Muchas veces, hacemos cosas que desearíamos no hacer y no hacemos las cosas que en verdad quisiéramos hacer. A menudo dejamos de actuar, paralizados por la indecisión. A pesar de nuestros buenos propósitos, nos dejamos arrastrar en todas direcciones y terminamos postergando las cosas que más nos importan. Nos sentimos mal por ello, pero aún así no hacemos nada por cambiar.

Es por esto que nuestros antepasados pensaban que el alma humana estaba poseída por espíritus, demonios o dioses malignos; que habían fuerzas al acecho dentro de nosotros que conspiraban para dificultar nuestro camino. La falta de unión interna hace que aumente nuestro sufrimiento, nuestra ansiedad y nuestra falta de motivación, mismas que acompañan a la indecisión y la incertidumbre. La incapacidad de decidir entre 10 cosas diferentes, incluso si todas son deseables, es el equivalente a atormentarse a sí mismo. Sin objetivos claros, bien definidos y no contradictorios, el sentido de compromiso positivo que hace que la vida valga la pena es difícil de obtener. En contraste, los objetivos claros limitan y simplifican el mundo. Reducen la incertidumbre, la ansiedad y las fuerzas psicológicas autodevorantes desatadas por el estrés. Una persona mal integrada es volátil y sin dirección, pero alguien con metas y con dirección al menos se dirige a alguna parte.

“En dos palabras puedo resumir cuánto he aprendido acerca de la vida:..”, escribió Robert Frost en 1906 en su poema, The Death of the Hired Man (1914), “…Sigue adelante”. Tomando nota de las enseñanzas de mi ‘papá viejo’, adelante seguiremos con esta columna de béisbol, que hoy celebra con todos los honores su primer aniversario de existencia. Muchas gracias a usted, lector, que nos honra con su compañía semana tras semana y que enriquece nuestro conocimiento y nuestro acervo cultural con sus acertados comentarios. Son tantas las personas a las qué agradecer, que sería difícil incluir a todas, por lo que sólo mencionaré a las tres que han hecho todo esto posible, pues yo sé que usted, quien en estos momentos lee estas líneas sabe de lo mucho que le estoy agradecido. Muchas gracias al Sr. Francisco de Asís Solís Reátiga por motivarnos con esta tarea y al Sr. Martín García Castillo por proporcionarnos un espacio semanal para todas estas historias en el sitio: sateliteonline.mx. Y, por supuesto, muchas gracias a ‘Gilillo’ Villarreal, héroe del deporte y modelo a seguir, a quien no sólo le debemos el nombre de esta columna, sino el encaminarnos por la senda correcta con su positivo ejemplo, y esto no sólo a nosotros sus hijos, sino a miles de personas por varias generaciones e incluso más allá de su existencia terrenal. El viaje que hemos emprendido con esta columna ha sido largo y ha requerido de muchos sacrificios a nivel personal, pero el objetivo es claro y el propósito es noble. Aún hay miles de historias de béisbol por descubrir y por contar.