‘La Mala’ Torres Ya Llegó…
El fuego se extiende por todo el lugar. Desesperada, la gente corre. El calor es insoportable. Humaredas negras entremezcladas con tóxico dióxido de carbono invaden el aire. Es difícil respirar. Hay que escapar. ¿Dónde está la salida de emergencia?, …¿cualquier salida?.
Los bomberos llegan demasiado tarde. Inútiles son sus esfuerzos: engullidas por las llamas, las paredes se abaten y la fábrica entera se viene abajo. Con ello, se extingue la única fuente de ingresos de muchos trabajadores – incluyendo la suya –. Pero de las grises cenizas de lo que fue ayer, nace y reverdece lo que será mañana.
Es preciso encontrar otro trabajo. Desesperado, el muchacho acude al Sr. Yamo Ornelas, a quien encuentra en el Parque Cuauhtémoc. “¿Cómo le va, señor?” le saluda. “No tan bien como quisiera”, responde éste. “¿Qué pasó, juegas con nosotros?”. Ya anteriormente Ornelas le había extendido una oferta, pero el joven la había rechazado por la seguridad que le ofrecía su trabajo en la extinta fábrica de muebles. “Si usted quiere, estoy listo”, responde con determinación.
Al día siguiente, el joven de escasos 17 años y de muy humildes orígenes se enfunda por vez primera el uniforme del Monterrey – equipo llamado entonces ‘Carta Blanca’ –. Y así como al Cid Campeador, años más tarde se escribiría un himno para capturar por siempre ese momento: “En mayo 20 del 39 se inició. Había nacido en Villaldama, Nuevo León. En el diamante su destino se trazó. ‘La Mala’ Torres ya llegó.”
Desde muy joven, el chico, zurdo para batear y fildear y en extremo reservado, mostraba ya excelentes aptitudes para el Rey de los Deportes. Nacido un 19 de septiembre de 1921, Epitacio Torres llegó a convertirse en uno de los peloteros más icónicos no sólo de Monterrey, sino del béisbol nacional. Entronizado en el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano en 1964 – en su primera nominación –, a Torres no sólo se le recuerda por sus nueve Guantes de Oro como Jardinero Derecho o por sus 13 apariciones en el Juego de Estrellas (1943-45, 1947-49, 1951-55 y dos en 1956), sino también por batear arriba de .300 en 12 temporadas.
Comenzó sus años de formación jugando con equipos de tercera fuerza en Nuevo León como ‘Gasolina Águila’, donde comenzó a llamársele ‘La Mala’ – ésto debido a que su estilo de juego era entonces muy similar al del beisbolista conocido como Salvador Malacara –. Militando con un equipo amateur de nombre Cuauhtémoc-Cidosa, impresionó a Yamo Ornelas en un juego de entrenamiento del Monterrey. El resto sería historia.
A pesar de que la novena terminó con récord de 31-29 y a 16 juegos del primer lugar, Torres tuvo un debut espectacular en 1939 con el Carta Blanca de Monterrey. Su primer juego fue ante los Cafeteros de Córdoba, donde se enfrentó desde la caja de bateo a su futuro timonel y amigo, Lázaro Salazar. La temporada concluiría con Salazar como manager campeón y con el mejor promedio de bateo (.374), Ángel Castro como líder de carreras producidas (50) y jonrones (9), Raymond Taylor con efectividad de 1.19, Martín Dihigo como líder en ponches (202) y el joven Epitacio ‘Mala’ Torres como el Novato del Año.
Con la llegada de Lázaro Salazar al Monterrey (1942) llegarían los años de bonanza para la Sultana del Norte. Al mando de Salazar, los regiomontanos conquistaron el campeonato de 1943, así como el primer tricampeonato de la Liga Mexicana (1947, 1948, 1949) – sin duda gracias a las habilidades defensivas y el oportuno bateo de Torres –.
Con inmensa habilidad para fildear la pelota, los tiros de ‘La Mala’ Torres desde el jardín derecho eran tan certeros que eran pocos los bateadores que se atrevían a buscar un doble o un triple. A la ofensiva de los Sultanes – llamados entonces también ‘Industriales’ –, ‘La Mala’ se distinguió por ser el primero en la Liga Mexicana en conectar 1,000 hits, hazaña que es aún recordada hasta nuestros días.
Serían el viernes 12 de septiembre de 1947 y el Parque Delta el día y el escenario de la llamada ‘Batalla de los Mil Hits’. Era el noveno año de Torres con el Monterrey y el zurdo estaba a 3 imparables de imponer la nueva marca en la Liga Mexicana. Sin embargo, había un obstáculo en su camino: ‘El Hombre de los Pies Alados’, Agustín Bejerano – su compañero de equipo, a quien le hacía falta un solo hit –. El pitcher del equipo contrario, los Diablos Rojos del México, era el ex-estrella de los Cardenales de San Luis, Fred Martin.
Siendo el primero al bat por los regiomontanos, Agustín Bejerano fue recibido con una cerrada ovación al comienzo del juego. Sin embargo, al cubano le fue imposible descifrar los lanzamientos del americano. Llega Torres al bat en la tercera entrada del partido y responde a los aplausos del público con su primer hit del encuentro. Por sólo unos instantes saboreó Bejerano la victoria al producir un aparente imparable en la sexta entrada, pero de la nada sale Ray Dandridge, quien se quedó con la esférica. En esa misma entrada llega Torres y, alentado por el público, espera el lanzamiento adecuado y conecta su imparable número 999, poniéndose a la par con ‘El Pijini’.
La octava entrada sería la decisiva. Con un lanzamiento magistral de Martin, el cubano termina la noche en blanco. Llega el turno de ‘La Mala’ Torres, quien al primer tiro del americano y con elegante swing produce una línea seca que los Diablos Rojos no pueden detener. El público capitalino aplaude con emoción como si se tratara de un jugador local, pues …¡‘La Mala’ había inaugurado el ‘Club de los Mil Hits’ en el circuito de mayor tradición en el béisbol mexicano! Cabe mencionar que, sólo un par de años más tarde (1952), sería él mismo quien inaugurara también el ‘Club de los Mil Quinientos’.
Triunfos como éste le abrieron las puertas al Club Marianao de la Liga Invernal Cubana (1943). Estando en Cuba, Torres es firmado por el buscador de los Senadores de Washington, Joe Cambria, pero, por motivos personales, no se presentó con ellos. Igualmente hubo otra oferta, con Los Ángeles, la cual también rechazó.
Torres llega al béisbol del Pacífico Mexicano en 1943 gracias a las gestiones de Antonio ‘Pachuco’ Zazueta Villa, quien lo llama para formar un conjunto que represente a Culiacán ante el Mazatlán de Don Teodoro Mariscal y otras novenas. Ahí alineó con José Luis ‘Chile’ Gómez, Alfonso ‘La Tuza’ Ramírez, Guillermo ‘Memo’ Garibay, Fidel ‘El Albañil’ Reséndiz, Miguel Arvizu, Homobono de la Rocha y Gilberto ‘Gilillo’ Villarreal. Ésta y la siguiente campaña de 1944 sentaron las bases en Sinaloa para la formación de la legendaria Liga de la Costa del Pacífico (1945-58).
‘La Mala’ debuta en el legendario circuito con los Venados de Mazatlán, novena con la que competiría por ocho temporadas – siendo la única excepción el torneo de 1949-50, cuando la directiva no participó y el equipo se mudó a Tijuana –. En la Costa, Torres conquistaría el título de bateo en la tercera temporada (1947-48) con porcentaje de .362.
En su libro titulado ‘Slick’, Eddie ‘Whitey’ Ford recuerda a Torres durante su estancia en Mazatlán (1948-49): “Nuestro jardinero central era el mejor jugador que había visto hasta ese momento. Su nombre era ‘Mala’ Torres. […] ‘Mala’ era lo suficientemente bueno como para jugar en las Grandes Ligas. Estoy convencido de que, si hubiera jugado en las mayores, habría sido una estrella. Era así de bueno. Tenía ofertas de muchos clubes, pero nunca fue a los Estados Unidos porque no hablaba inglés y no quería irse de México.”
Al abandonar Lázaro Salazar al Monterrey, Torres es puesto al mando de los Sultanes en 1955 y 1956. En ambas temporadas obtiene un quinto lugar en el standing. Posteriormente, a sus 35 años, prueba suerte con el equipo ‘Missions’ de San Antonio (1957) – afiliado a los Orioles de Baltimore –. Regresa a México con Nuevo Laredo (1957), terminando su carrera como jugador activo con Ciudad Juárez (1958). Al finalizar su ejemplar carrera, el gran pelotero neolonés compilaba 309 milésimas en 1,518 juegos; 5,896 veces al bat; 933 carreras; 1,823 imparables; 253 dobles; 77 triples; 46 jonrones; 855 carreras impulsadas; 686 bases por bolas y 119 bases robadas.
Tras su retiro de los reflectores, el famoso cronista Kid Alto le dedicaría unas emotivas palabras: “Desde el principio de su carrera, ‘La Mala’ Torres acaparó honores y títulos, el primero en 1939, el Novato del Año. Fue el primero en llegar a los mil hits […]. Cuando en 1943 bateó .348, los Senadores de Washington se fijaron en él, a lo cual ‘La Mala’, que rara vez decía más de dos palabras, simplemente los ignoró […]. Los peloteros negros de la época como el propio Salazar, Ramón Bragaña, Martín Dihigo y ‘Mamerto’ Dandridge siempre afirmaron que Epitacio hubiese triunfado en cualquier béisbol. Era infaltable titular en los Juegos de Estrellas, que en ese tiempo estaban plagados de jugadores de primerísimo nivel. Invariablemente lo ponían de tercer bat. Aún se recuerda aquel memorable All-Star de 1954 con ‘La Mala’ decidiéndolo en la décima entrada para que ganaran los Nacionales con Marcelino Solís en la lomita y el cubano Humberto García perdiendo por los Extranjeros.”
Terminado su ciclo como jugador activo, Torres se dedica a dirigir equipos de la liga pequeña, llegando a competir en el campeonato mundial de Williamsport, donde su equipo ocupó un tercer lugar. A manera de homenaje, la directiva de los Sultanes de Monterrey retira para siempre los números 17 de Lázaro Salazar y 27 de ‘La Mala’ Torres un 7 de julio de 1968. Los mismos honores recibiría Torres de los Venados de Mazatlán, quienes retiraron su número 7 como reconocimiento por su notable participación con la novena.
Víctima de cáncer pulmonar, la vida de Epitacio Torres llegó a su fin un 21 de abril de 1971 a las 13:02 hrs en la ciudad de Monterrey – cinco meses antes de cumplir los 50 años de edad –. Dejó atrás a su esposa, Dafna Olivia Manrique y a tres hijos. Por fortuna, Torres se fue de este mundo viendo triunfar a su hijo Héctor en Grandes Ligas con los Astros de Houston, mientras que el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano alcanzó a otorgarle en vida un nicho entre los inmortales junto a figuras como Ángel Castro, Martín Dihigo, Lázaro Salazar, Ramón Bragaña y Genaro Casas (1964).
“Cuando Mío Cid el castillo quiso dejar, los moros y las moras se empezaron a quejar: ¿Te vas, Mío Cid?, ¡Nuestras oraciones te vayan delante! Quedamos satisfechos, Señor, de tu parte.” (Cantar del Mío Cid, Cantar primero, vv. 851-854). Los tiempos cambiarán y nuevas generaciones llegarán, pero así como el Cid Campeador, la leyenda de Epitacio ‘La Mala’ Torres jamás morirá.