Mr. Juego Perfecto
¿Quién no recuerda a su primer amor? ¿Por qué es que uno jamás se olvida de él?
De la misma manera en que el primer amor vive para siempre en nuestra memoria y en nuestro corazón – esto sin importar cuántos amores se hayan tenido en la vida –, el béisbol profesional premia también a los peloteros capaces de conquistar una hazaña deportiva sin precedentes con un espacio en la Inmortalidad.
Tal es el caso de Ramiro Cuevas Guzmán (28/May/1928- 11/Abr/1987) – mejor conocido en el medio como ‘Mr. Juego Perfecto’ –. Oriundo de El Ébano, San Luis Potosí, Cuevas forma parte del Salón de la Fama del Béisbol Mexicano desde 1974. Lugar bien merecido, pues Cuevas fue responsable de producir tres joyas del pitcheo en tres diferentes ligas: la Liga del Golfo (Club Ébano vs. Cañeros de Cd. Mante, 1949), la Liga de la Costa del Pacífico (Jalisco vs. Navojoa, 1954) y la Liga Mexicana de Béisbol (Nuevo Laredo vs. Ciudad de México, 1953).
De los tres mencionados, sin duda alguna el más recordado es el juego sin hit ni carrera que realizó lanzando para los Tecolotes de Nuevo Laredo. La fecha fue un 14 de agosto de 1953, misma en la cual los Diablos Rojos del México recibieron al equipo emplumado en el legendario Parque Delta.
Era una noche fría, con muy poca asistencia –sólo cerca de mil personas–, pues el equipo de los Tecolotes no llamaba mucho la atención de la afición capitalina. Ésto sin contar que durante esa época, los Diablos Rojos tenían muy poco éxito en taquilla tras el trágico accidente en el Estadio Delta sucedido un año antes, en el cual murieron dos aficionados tras el colapso de una tribuna.
Los Diablos Rojos, equipo que nació del roster de los legendarios Tuneros de San Luis, traía un line-up en el cual figuraban personajes como Gilberto ‘Gilillo’ Villarreal (SS), Celso Zendejas (2B), Regino ‘Chimuelo’ Garza (CF), Claudio ‘Sordo’ Solano (LF), Raúl Galata (1B), Fernando García (RF), Raúl Navarro (C), José González (3B), y Juan Conde (P); teniendo como manager al famoso José Luis ‘Chile’ Gómez.
Por lo Tecolotes, el roster estaba conformado por José Adam (CF), Humberto Ledezma (SS), Barney ‘Grillo’ Serrell (2B), Archie Brathwaite (RF), Edrick Kellman (C), Héctor Lara (LF), Jorge ‘Chorejas’ Bravo (1B), Servando Capetillo (3B), y por supuesto, Ramiro Cuevas (P). Como manager de los Tecolotes fungió el cubano Adolfo Luque –quien los guiara al bicampeonato en las temporadas de 1953 y 1954 –.
Con sólo 25 años cumplidos, Cuevas subió a la loma de las responsabilidades, quizás sin saber en ese momento que ésta sería la noche más importante de su vida profesional. En la primera entrada, Cuevas dominó a “Gilillo” Villarreal con rola a Ledesma (SS), ponchó a Celso Zendejas y detuvo el paso del “Chimuelo” Garza con otra rola al short. En la segunda entrada, Claudio Solano y Raúl Galata elevaron a José Adam (CF) mientras que el zurdo Fernando García elevó a segunda base, siendo la pelota interceptada por Barney “Grillo” Serrell. En el tercer episodio fueron eliminados Raúl Navarro con rola al tercera, José González al central y Juan Conde con rola al short.
En el cuarto episodio comenzaba a brotar el nerviosismo desde la cueva del equipo rojo. Con rola a tercera, ‘Gilillo’ Villarreal fue despachado por Cuevas, seguido por un elevado de Zendejas al jardín central y un ponche a Garza. La quinta entrada vio una rola de Solano al short, un elevado a la primera base de Raúl Galata y otro elevado al central de Fernando García. Con 18 outs se despidieron los diablos de la sexta entrada, eliminando Cuevas a Navarro, a González por la vía del ponche y a Fernando García con rola al short stop.
Fue la séptima entrada cuando Cuevas estuvo a punto de perder su joya del pitcheo. Listo para hacer frente al desafío, ‘Gilillo’ Villarreal comenzó la entrada con una línea que parecía irse de hit por el prado derecho. No obstante, haciendo la jugada de la noche, el ‘Grillo’ Serrell dio un formidable salto, atrapando la pelota y lanzándola a primera base, robándole así a Villarreal la única promesa real de un hit para la pandilla escarlata. La entrada concluyó con un out para Zendejas (rola al tercera) y otro para el “Chimuelo” Garza (elevado al jardinero izquierdo).
En la octava entrada fueron dominados nuevamente Solano, Galata y Fernando García. Al concluir el episodio, el poco público ahí reunido comenzó a emocionarse por la posibilidad de ser testigo único del primer juego sin hit ni carrera de la tradicional Liga Mexicana, aplaudiendo fuertemente a Cuevas mientras éste se retiraba a su caseta. Un sólo inning lo separaba de la inmortalidad.
En el noveno acto, el receptor cubano Raúl Navarro fue el primer bateador por los Diablos Rojos. Seguido de dos strikes, un elevado por el jardín izquierdo lo puso en out. Miguel Chiquini, receptor yucateco, entró de emergente por José González, tercera base. Una bola, seguida de un strike marcó el umpire. Después sale de su bat una rola al short stop, para consumar en primera el penúltimo out del recordado juego.
El último turno al bat correspondía al pitcher Juan Conde. Sin embargo, del dugout emergió el manager de los Diablos Rojos, José Luis ‘Chile’ Gómez, quien pidió tiempo y tomó un bat para entrar de emergente por Conde, con el propósito de salvaguardar la dignidad de sus jugadores y frenar el avance de Cuevas – su antiguo pupilo con los Tuneros de San Luis –.
Cuevas sabía que se encontraba en dificultades, pues tenía frente a él a un veterano de Grandes Ligas. Por ello, se tomó unos segundos para respirar antes de iniciar su pitcheo. El momento era tenso y el estadio estaba hundido en un respetuoso silencio. Con todas sus fuerzas, Cuevas lanzó una magistral curva que hizo que el disparo salido del bat de Gómez rodara a la intermedia, donde Barney “El Grillo” Serrell levantó la esférica para después entregársela a Jorge “El Chorejas” Bravo para el out 27 de la noche.
La defensa del club infernal actuó con fiereza, pero no suficiente para frenar el avance de los emplumados. El único movimiento que se dio en la pizarra de ese reñido partido (1-0) se produjo gracias al hit de José Adam, seguido por la jugada de sacrifico de Humberto Ledezma y el imparable impulsor de Barney “Grillo” Serrell. Fueron sólo cinco los hits que los Tecolotes produjeron esa noche. Sólo ésos 5 bastaron para llevarlos al triunfo.
Así fue como Ramiro Cuevas, en una hora y 22 minutos, pasó a los libros de historia de la Liga Mexicana. A pesar de haber sido una mala noche para los Diablos, tanto la afición como el equipo anfitrión aplaudieron el trabajo del lanzador visitante. Su receptor panameño, León Kellman, se convirtió en el primero en felicitar a Cuevas y levantarlo en hombros, segundado por sus compañeros y por centenares de aficionados que lo pasearon por todo el parque.
Desde aquel gran momento de la historia de la Liga Mexicana de Béisbol, sólo otros tres peloteros han logrado repetir esta proeza – Horacio Piña con los Rieleros de Aguascalientes (1978), Herminio Domínguez con los Piratas de Campeche (1985) y Óscar Rivera, con los Leones de Yucatán (2005) –.
Curiosamente, sólo un año más tarde repetiría Cuevas la misma hazaña en la Liga de la Costa del Pacífico, pero con un ‘Gilillo’ Villarreal – su gran amigo y ‘roomie’ durante su época con los Tuneros de San Luis – no frente a él desde la caja de bateo del equipo escarlata, sino guardándole su flanco derecho desde las paradas cortas con los Charros de Jalisco. Descanse en paz, Ramiro Cuevas, ‘Mr. Juego Perfecto’.