No Hay Quinto Malo

Estaba Procopio Herrera jugando para los Arroceros de Ciudad Obregón en el año de 1947, cuando George Peters, un scout proveniente de los Estados Unidos, lo invitó a formar parte de los Misioneros de San Antonio, Texas. Ésta era una gran oportunidad para el joven de 20 años, quien ya demostraba desde muy temprana edad tener un talento excepcional desde la loma de las decisiones. Evidencia de ello era su paso por los Tecolotes de Laredo (1945), los Azules del Veracruz (1946), así como los Tuneros de San Luis (1946) de la Liga Mexicana de Béisbol.  Lo que el chico ignoraba en ese momento es que este equipo, perteneciente a la Liga de Texas y asociado con los Cafés de St. Louis, sería su pase para convertirse en el quinto pelotero nacido en México en desfilar en Grandes Ligas.

Procopio Rodríguez Herrera – mejor conocido en la Unión Americana como ‘Bobby’ Herrera o ‘Tito’ Herrera y en México como Procopio Herrera (sin el Rodríguez) –, nació un 26 de julio de 1926 en Nuevo Laredo. Probablemente el haber vivido en la ciudad fronteriza mexicana durante sus años formativos le ayudó a superar sin grandes problemas la barrera cultural y lingüistica durante su paso por el béisbol de los Estados Unidos.

Su debut en San Antonio fue menos que estelar – perdió los primeros tres juegos que lanzó –, pero aún así dejo una muy buena actuación en la temporada de 1948, produciendo un récord de 13 ganados y 9 perdidos y con efectividad de 3.16. En este equipo compartió escena junto a jugadores como Dick Adams, George Archie, George Elder, Joe Frazier y Royce Lint, todos futuros ligamayoristas. Su rendimiento bajó un poco en las siguientes dos temporadas (9-12 y efectividad de 3.93 en 1949 y 8-12 y efectividad de 3.88 en 1950), pero eso no le impidió ayudar al equipo a titularse como campéon de la Liga de Texas al vencer a Nashville con su triunfo en el quinto y sexto juego de la serie final de 1950. En 1951, Herrera juega sólo 7 partidos, entregando 3 victorias por 1 derrota y 4.58 de efectividad. Luego llega su gran momento.

Los Cafés de St. Louis de 1951 estaban en apuros y requerían pitcheo de calidad. En esa temporada, llegaron a emplear a hasta 22 lanzadores diferentes – muchos de ellos novatos con grandes habilidades como Ned Garver, quien en esa temporada terminó con 20 victorias por 12 derrotas –, pero eso de nada les sirvió para evitar terminar en último lugar de la Liga Americana. ‘Bobby’ Herrera fue llamado a los entrenamientos de marzo en Florida y seleccionado para apoyar al equipo. Ahí conoció al afamado pitcher afroamericano y gran leyenda de la Liga Mexicana de Béisbol en la época de Jorge Pasquel, Satchel Paige, quien ya contaba con 44 años de edad.

Procopio Herrera hizo su debut en el segundo juego de la temporada – el 26 de abril de 1951 – en un juego en casa en el Sportman’s Park III en contra de los Medias Blancas de Chicago. Con ello, Herrera no sólo se convirtió en uno de los primeros latinos en Grandes Ligas, sino también en el quinto pelotero nacido en México en jugar en este circuito – después de Baldomero ‘Melo’ Almada, José Luis ‘Chile’ Gómez, Jesús ‘Jesse’ Flores y Roberto ‘Beto’ Ávila –.

Sin embargo, el partido concluyó con un 12 a 5 a favor de los Medias Blancas, llevándose Al Wildmar la derrota con todo y el desfile de lanzadores de ese día.  ‘Bobby’ Herrera entró en la octava entrada y con un marcador de 9-3 a cuestas. Admitió otras 4, otorgando 3 bases por bola y siendo reemplazado por Sid Schacht antes del término del episodio. Zack Taylor, el manager del equipo, no lo volvió a llamar sino hasta dos semanas después en contra de los Yankees de Nueva York, quienes traían a estrellas de la talla de Yogi Berra, Phil Rizzuto, Billy Martin y a un novato Mickey Mantle.

El juego, llevado a cabo el 3 de mayo de 1951, fue también una aplastante derrota para los Cafés, concluyendo con marcador de 17-3 a favor de los Yankees. Bobby Herrera entró en esa ocasión a cerrar la novena entrada, que se encontraba al inicio ya con un 6-3. Luego de que Irv Medlinger y Sid Schacht aceptaran 6 carreras de manos de los Yankees – Rizzuto, Mantle, McDougald, Jensen, Collins y Johnson – y dejaran a 2 jugadores en base en los primeros minutos del noveno episodio, Herrera tuvo que enfrentarse a Mickey Mantle – a quien le dio base por bola para llenar la caja –, a Billy Martin – a quien ponchó –, a Gil McDougald – quien le disparó un homerun en el lateral izquierdo, vaciando las bases –, a Jackie Jensen – otro homerun – y a Yogi Berra – a quien eliminó con un flyball por el jardín central –. La parte baja del noveno episodio no marcó ninguna diferencia en el lamentable resultado.

Herrera fue llamado una vez más el sábado 5 de mayo a cerrar la novena entrada con 17-6 a favor de los Yankees. Aunque Mantle le produjo un doblete, logró retirar a Ostroski, Coleman y Martin para cerrar la entrada sin admitir carreras. Sin embargo, el daño estaba hecho: 10 días más tarde, la administración de los Cafés enviaron a Herrera de regreso a la Liga de Texas para nunca volver a llamarlo. Su carrera en Grandes Ligas había terminado. Diversas fuentes comentan que su debut en este circuito se vio afectado por una lesión en el hombro. Sin embargo, ésto no impidió que Herrera siguiera con los Misioneros de San Antonio, con quienes continuó con éxito en las temporadas de 1952 y 1954.

Herrera tuvo su mejor temporada durante su estancia con los Apaches de Laredo (Gulf Coast League), con quienes terminó con 17 victorias y 6 derrotas y con efectividad de 3.10 en 1953. Después de concluido su tiempo en el béisbol de los Estados Unidos, Herrera regresó a México, quedándose con los Tecolotes de Nuevo Laredo de 1955 a 1959, donde jugó al lado de peloteros como Tomás ‘Piyuyo’ Arroyo, Ramiro Cuevas, Bonnie ‘Grillo’ Serrell, Guillermo ‘Memo’ Luna, Ronaldo ‘Ronnie’ Camacho y Miguel Sotelo. En esos 5 años con los Tecolotes, Herrera cosechó 32 victorias por 16 derrotas en 87 juegos.

No cabe duda que en la vida no hay quinto malo. Los mejores momentos de Procopio Herrera en el béisbol mexicano los pasó con los campeonísimos Venados de Mazatlán de la Liga de la Costa del Pacífico, con quienes conquistó tres títulos consecutivos (1953, 1954, 1955). Llegó al equipo porteño en 1952 – temporada en que los Venados quedaron como subcampeones –, haciendo buena mancuerna con Daniel ‘Coyota’ Ríos y con el cubano Lino Donoso. También jugó junto al gran torpedero Ángel Castro, así como Dick Hall – mejor conocido como ‘Siete Leguas’ –. En uno de tantos encuentros con los Tacuarineros de Culiacán, Herrera ponchó a 15 jugadores, y a pesar de ello – y de manera curiosa  – perdió el juego 1-0. En 1955, Herrera le otorga el tercer título consecutivo a Mazatlán al derrotar en esta ciudad a los Naranjeros de Hermosillo con magistral pitcheo al son de 5 carreras a 1 en el partido final de la temporada, siendo sacado en hombros del estadio. Posteriormente gana el segundo juego a los Petroleros de Poza Rica, ayudando a que los Venados conquistaran a los campeones de la de la Liga Invernal Veracruzana. Esa misma noche en que Daniel Ríos decidiera el tercer juego de la serie por la vía del homerun, el equipo voló de regreso a Mazatlán para ser recibido a las dos de la mañana por la afición acompañada de la tambora.

Fue también en este año y en ese puerto donde Herrera se casó nada menos que con una reina. Siguiendo el ejemplo de su amigo Daniel Ríos – quien anteriormente se uniera en matrimonio con otra representante de la realeza carnavalera –, Herrera contrajo nupcias con la Reina del Carnaval y de los Juegos Florales de 1951, la Srita. Rosario Barraza Flores en 1955. De ese enlace nacieron sus hijos Rosario y Tomás Procopio.

Herrera se retiró del béisbol profesional con tan sólo 32 años de edad para dedicarse a su otra pasión: el golf. Comenzó a practicar este deporte desde que jugaba en los Estados Unidos – llegando a compartir muchas horas con ‘Beto’ Ávila en los campos de golf de Florida –. Estando en Nuevo Laredo en 1955, fue invitado al Club Campestre de Nuevo Laredo, donde se desempeñó como instructor hasta 1967. Posteriormente, fue contratado por el Club de Golf Hacienda en Atizapán de Zaragoza, Estado de México, donde continuó por los próximos 13 años, para posteriormente cambiarse al Club Campestre del Lago de 1980 a 1997, año de su retiro de toda actividad deportiva.

La vida de Procopio Herrera llegó a su fin un 23 de agosto de 2007 a la edad de 81 años en Atizapán de Zaragoza, donde tenía su hogar. A manera de reconocimiento para el segundo pitcher en Grandes Ligas nacido en México y como homenaje por su notable participación con el equipo, los Venados de Mazatlán retiraron su número (4), uniéndose así a otros números retirados como Felipe Montemayor (13); Daniel Ríos (17); José “Zacatillo” Guerrero (26); Memo Garibay (11); Héctor Espino (21); Epitacio “La Mala” Torres (7); Daniel Fernández (11); Dick Hall (9) y Juan José Pacho (1).