Quizás Mañana todos Portaremos el Número 42
Desde las tribunas se sentía la desaprobación de la multitud reunida en el Crosley Field de Cincinnati, quienes vociferaban a todo pulmón los más humillantes insultos raciales hacia el pelotero portador del número 42 en su espalda. “Quizás mañana todos portaremos el 42”, le dijo Harold ‘Pee Wee’ Resse a Jackie Robinson, mientras ponía su brazo sobre sus hombros. Robinson (Cairo, Georgia, 31/Ene/1919 – Stamford, Connecticut, 24/Oct/1972), el primer pelotero afroamericano en Grandes Ligas desde hacía más de 60 años, sintió con ese sencillo gesto el respaldo de su compañero. “De esa manera no podrán distinguirnos”, concluyó Reese, mientras regresaba a su posición en las paradas cortas.
La anterior fue una de las escenas más icónicas de la cinta “42” (2013), del director Brian Helgeland, misma que relata el gran experimento social orquestrado por Branch Rickey – Gerente General de los Dodgers de Brooklyn de 1943 a 1950 – y protagonizado por Robinson. Este experimento consistió en colocar a un beisbolista afroamericano en una de las franquicias más populares del mejor béisbol del mundo, con el propósito de romper las barreras raciales imperantes en el Rey de los Deportes de aquella época – y por consecuencia en una buena parte de la sociedad norteamericana –. Desde finales del Siglo XIX, los afroamericanos tenían prohibido jugar en Grandes Ligas de acuerdo con la política de segregación racial avalada por las leyes de los Estados Unidos – leyes llamadas coloquialmente “Jim Crow” y llevadas a la práctica hasta 1965 y desde 1876, unos 11 años después de que, irónicamente, la esclavitud fuera considerada inconstitucional en el país vecino del norte –.
Bajo la política establecida por las Leyes ‘Jim Crow’, a los afroamericanos se les tenía prohibido tomar asiento en la parte delantera del transporte público – espacios reservados exclusivamente para la gente blanca –, por lo que tenían que hacinarse en la parte trasera de los autobuses; tampoco se les permitía acceder a la educación destinada para los anglosajones, lo mismo que a restaurantes, baños, parques, bebederos, piscinas públicas y hoteles. Por supuesto, el trato se extendía al béisbol: la gente de color no tenía derecho a jugar junto con los blancos, sino que se veía forzada a jugar únicamente en las Ligas Negras, consideradas éstas, aún a pesar de la excelente calidad de sus jugadores, de poca categoría. Además de esto, durante las giras, los peloteros de color eran obligados a dormir en hoteles paupérrimos – muchas veces terminaban éstos durmiendo mejor en el autobús –, comer en el traspatio de las cocinas de los pocos restaurantes que aceptaban servirles comida y recibir salarios mucho menores a los ofrecidos a los blancos.
Robinson, figura principal que diera inicio al proceso de integración racial en el béisbol de más alto nivel – y en su momento, en el deporte más popular en los Estados Unidos –, fue cuidadosamente seleccionado por Rickey, quien no sólo necesitaba a un pelotero con un excelente récord, sino también a un joven con una historia intachable, sin escándalos ni adicciones y, sobre todo, con la fortaleza de carácter necesaria para recibir toda clase de abusos e insultos por parte de la comunidad beisbolera sin oponer resistencia. Cualquier intento de respuesta podría haber echado todo abajo y dar pie a que la gran abundancia de escépticos y contrarios le dijeran a los Dodgers: “se los dijimos”.
Ambos sabían que el experimento sólo podía tener éxito si Jackie lograba hacerse un nombre por medio de sus méritos como atleta y no por ser simplemente parte de una cuota racial ordenada por la gerencia. El joven atleta cumplió con creces con su parte del trato: durante su paso por el equipo de los Dodgers de Brooklyn, Robinson, nieto de un esclavo en el sur de los Estados Unidos e hijo de un humilde aparcero, llegó a convertirse no sólo en el primer pelotero afroamericano en Grandes Ligas del Siglo XX – y con ello una de las más grandes figuras de todos los tiempos en este deporte –, sino también en el Novato del Año de 1947, el primer afroamericano en ganar un título de bateo (1949), el Jugador Más Valioso de la National League (1949) y el primer afroamericano en ser entronizado en el Salón de la Fama de Cooperstown en 1962 – con 124 de 160 votos (77.5%) –.
Existieron muchos momentos que estuvieron muy cerca de quebrantar la voluntad de Robinson durante su estadía con los Dodgers: fue despreciado por algunos de sus propios compañeros de equipo – como el lanzador relevista, Hugh Casey –, acosado por sus rivales – quienes le gritaban groserías desde el dugout – y objeto de una dieta constante de bolas rectas lanzadas cerca de su cabeza. Incluso cuando el jardinero veterano Enos ‘Country’ Slaughter de los St. Louis Cardinals intentó aparentemente mutilarlo con sus spikes en un juego del 20 de agosto de 1947 en Ebbets Field, Jackie no tomó represalias. Jackie cumplió fielmente su promesa a Rickey de siempre poner la otra mejilla.
Famoso fue también el caso ante los Phillies de Philadelphia – provenientes de la llamada “Ciudad del Amor Fraternal” –. Dirigidos por el mánager del equipo, Ben Chapman, los Phillies hostigaron cruelmente a Robinson con frases tan vergonzosas como: “Oye, negro, ¿por qué no vuelves a los campos de algodón a los que perteneces?”, “¡Te están esperando en la jungla, negrito!”, “¡No te queremos aquí, negro!”. Pero el teatrito organizado por Chapman en realidad sirvió para fortalecer el apoyo a Robinson e incluso convirtió a algunos de sus detractores en el público, la prensa y hasta en su propio equipo – como Eddie Stanky, su compañero en segunda base, quien originalmente se había opuesto vehementemente a jugar con Robinson – en sus aliados. Fue el mismo Stanky quien se paró ante Chapman para defender a Robinson. La reacción pública y de la prensa en contra de Chapman fue tan severa que la administración de los Phillies lo obligaron a pedirle a Robinson que posara con él y así salvar su empleo. Jackie accedió, admitiendo en su autobiografía que esto fue una de las cosas más difíciles que hizo en su vida. Cabe mencionar que no encontramos fotos de ambos beisbolistas estrechándose la mano. Chapman terminó la temporada del 47, pero fue despedido en 1948, terminando así su carrera como manager en Grandes Ligas.
A pesar de todos los riesgos financieros, sociales y personales a los que ambos se expusieron, el experimento de Branch Rickey y de Jackie Robinson fue un éxito indiscutible, teniendo un gran impacto en el mundo de los deportes hasta nuestros días. A pesar de que el número 42 fue retirado en 1997 de todos los equipos de Grandes Ligas en honor a Robinson – convirtiéndose él así en el único atleta en recibir este honor en la historia de todos los deportes profesionales –, desde 2004, todos los jugadores de Grandes Ligas – sin importar raza, credo o nacionalidad – portan cada 15 de abril esta cifra en sus espaldas – conmemorando la fecha del debut de Robinson en el equipo de los Dodgers en 1947 –. Así se cumplió el noble deseo de su gran amigo ‘Pee Wee’ Reese, expresado tantos años atrás.
Sin duda esta fecha será recordada por siempre por la comunidad afroamericana en los Estados Unidos, independientemente de su interés por el béisbol, ya que Robinson apoyó siempre la lucha por una sociedad más justa, dentro y fuera del béisbol profesional. Después de su muerte en 1972, y a manera de homenaje por su trayectoria, Robinson fue condecorado con la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos y con la Medalla Presidencial de la Libertad por su contribución al movimiento de los derechos civiles en la unión americana.