El Viejo Pierde el Timón
Santiago, un viejo “salao” quien era motivo de burla entre sus colegas por tener meses sin haber pescado algo, parte una madrugada de septiembre hacia el mar – o “la mar”, como él la llama – con la esperanza de revertir su mala racha. Sin esperarlo, un gigantesco pez muerde su anzuelo, arrastrando al viejo mar adentro en su humilde bote y desencadenando así una intensa batalla entre ambos.
Durante su lucha, Santiago habla con el océano, con el cielo y con sus habitantes. En su soledad, recuerda los grandes momentos su juventud y sueña con la idea de llevar a su ídolo Joe DiMaggio a pescar – quizás sin saber que éste, en realidad, odiaba la profesión de su padre –. Reconoce que es necesario vencer, a pesar de la fatiga, del dolor y de la soledad, para dar buen ejemplo a Manolín, su joven amigo y discípulo, quien lo admira y respeta.
La batalla con el pez requiere de toda la tenacidad, astucia y experiencia del viejo. La lucha se convierte para él en una manera de recuperar el orgullo y el respeto perdidos. Santiago triunfa y captura al pez, pero poco le dura su gran momento, pues una miríada de tiburones – excitados por la sangre que el pez va derramando – comienza a devorar salvajemente a su conquista. Motivado por su deseo de vencer, Santiago lucha valientemente contra ellos, pero es superado en número y fracasa.
Al final de la contienda, Santiago llega a la costa con el esqueleto de su gran pez, con heridas en su cuerpo y con profunda tristeza en su corazón. “Me derrotaron, Manolín, me derrotaron de verdad”, le confiesa entre lágrimas a su pupilo y amigo. Al día siguiente, los pescadores y visitantes del pueblo quedan profundamente impresionados al ver las colosales proporciones del pez espada que Santiago capturó (18ft ó 5.5m), aún cuando de éste sólo quedan las espinas.
Las batallas que todos luchamos y perdemos no son razón para claudicar. La perseverancia ante la adversidad es una cualidad muy humana que nos permite capturar a nuestro gran pez y combatir a los tiburones que pretenden arrebatárnoslo.
Ocho años antes de que esta historia se convirtiera en un clásico de la Literatura Universal, las páginas de los diarios de mayor tiraje en Hermosillo publicaron un martes 08 de enero de 1946 las palabras escritas por otro ‘Viejo’ – Don Francisco López Palafox (1902-1974), quien fuera el primer manager de la novena hermosillense en la Liga de la Costa del Pacífico (1945-1946) –. En su carta, ‘El Viejo’ López exponía su sentir sobre el desempeño del club y reflexionaba sobre los errores en su manejo, a dos días del desastre sufrido por los Presidentes de Hermosillo ante la novena de Culiacán en la onceava serie del circuito invernal.
‘El Viejo’ era un hombre firme y sin pelos en la lengua. Nacido en 1902 en Magdalena de Kino, llegó a Hermosillo en 1917 para convertirse en maestro normalista y desempeñarse como jugador amateur de béisbol. Debutó en 1919 como jardinero del equipo de Hermosillo en Empalme, poniendo en práctica los conocimientos aprendidos de su maestro, Mariano Olguín.
Fue un hábil político, llegando a ser Alcalde de Hermosillo de 1932 a 1933 – siendo en ese último año electo como diputado federal –, mientras que en la docencia, se convertiría en el Director del Internado J. Cruz Gálvez de Hermosillo. Descubridor de grandes talentos – entre ellos, Jesús ‘Chanquilón’ Díaz y Guillermo ‘Memo’ Ríos –, en 1940 funda con Fernando M. Ortiz, Manuel Puebla y muchos otros la Liga Sonora. De ese circuito veraniego surgirían grandes peloteros como Claudio ‘El Sordo’ Solano, Alejandro ‘Cabezón’ Uriarte, Ramón ‘Paletas’ González y Gilberto ‘Gilillo’ Villarreal.
Al organizarse la Liga de la Costa (1945), el ‘Viejo’ López tuvo la encomienda de dirigir a la escuadra hermosillense. Y su obra no terminó ahí: López Palafox fue también padre, mentor y ejemplo para sus hijos – todos beisbolistas –, que lo admiraron y respetaron. Entre ellos destaca uno de los grandes mecenas del béisbol mexicano: Horacio ‘Machacho’ López Díaz – quien fuera presidente de la Liga Mexicana del Pacífico, gran impulsor del béisbol de 1962 a 1981 y miembro del Salón de la Fama del Béisbol en el año de 1981 –.
Tan grande fue el legado del ‘Viejo’, que como justo reconocimiento a su labor, la XIV Temporada de la Liga Mexicana del Pacífico llevó su nombre y en 1981 llegó a ser entronizado en el Salón de la Fama del Deportista Sonorense.
El mensaje de López Palafox en su carta al público fue claro y sin reservas. Criticó tanto el papel de la gerencia del equipo como la visible falta de disciplina de algunos peloteros: “¿Quién puede culpar totalmente al manejador – cuestionaba ‘El Viejo’ en su carta – por la falta de práctica de una novena [,] cuando una parte de sus componentes está bajo tratamiento médico y otros no se encuentran en la ciudad, con o sin permiso?…”
”…El equipo Hermosillo – añadió el timonel – no ha dado todo el rendimiento deseado debido a las siguientes causas: [1] Movimiento constante de jugadores (casos: Manuel y Alfonso de la Fuente, Villa, Torres, Román, Turner, Valenzuela); [2] Accidentes y enfermedades (Alcaraz, Vargas, Solano, Uriarte, Sturgeon, Bryfch, Lemon, Bustamante); [3] Algunos de mis mejores bateadores han caído en una mala racha (Vargas, Sturgeon, Uriarte, Alcaraz, Lemon, etc.); [4] El factor suerte […] nos tiene abandonados; [5] mis yerros en la directiva de la novena.”
Concluyó su mensaje al público con estas líneas: “…Haré la siguiente e importante aclaración: a la afición local debo manifestarle que nunca me he aferrado a la dirección del equipo, a la que fui por colaborar con los directivos y por el cariño que le tengo al beisbol hermosillense; por el contrario, varias veces he manifestado mi inconformidad en su manejo y que si a la fecha no he sido relevado es por la sencilla razón de que nadie quiere echarse ese alacranero encima, ya que [al parecer de algunos] el manejador pierde los juegos y los jugadores los ganan”.
Como era de esperarse, a unos cuantos días de publicada la misiva, la directiva del club de Hermosillo retiró al ‘Viejo’ de su cargo, nombrando al pitcher Johnny Bryfch como manager provisional de la novena capitalina. Se le ofreció a López Palafox el papel de coach del equipo – siendo de facto degradado de su puesto ante los ojos de todos los jugadores de su club –.
A pesar de esto, ‘El Viejo’ aceptó el cargo, poniéndose bajo las órdenes del extranjero a quien él mismo comandaba desde hacía un par de semanas. Sin duda, una decisión difícil para un hombre que tenía bien puesta la camiseta de su equipo y que seguía firme en su compromiso por hacer crecer el béisbol en Sonora.
“Pero el hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado” ,escribió Hemingway en 1951. A veces, la vida no nos paga de la forma en que creemos merecerlo. Sin embargo – insistimos –, las derrotas que sufrimos en nuestro caminar no son motivo para dejar de luchar, sino que son hitos que revelan una frontera que no hemos sabido navegar con nuestro mapa actual: es el mapa el que hay cambiar, no el destino.
Si hay algo que ‘El Viejo’ López sabía del béisbol y de la vida misma, es que un jugador con mala racha, al claudicar, queda fuera de todo campeonato. El que pierde siempre gana un poco. Para triunfar, uno tiene que seguir jugando.