Dihigo vs. Paige: El Duelo que Cambió el Béisbol
1938. Un año marcado por sacudidas políticas, tecnológicas y culturales a ambos lados del Atlántico. En Europa, Adolf Hitler anexaba Austria al Tercer Reich y firmaba los humillantes Acuerdos de Múnich, mientras el antisemitismo nazi estallaba violentamente en la tristemente célebre Noche de los Cristales Rotos. Al otro lado del océano, en los Estados Unidos, millones de oyentes entraban en pánico ante la transmisión radial de “La Guerra de los Mundos”, una dramatización de ciencia ficción dirigida por Orson Welles que muchos creyeron auténtica. En plena era dorada de la radio, aquel episodio demostró el poder de los medios masivos de comunicación para moldear emociones y percepciones colectivas.
En México, por su parte, el presidente Lázaro Cárdenas expropiaba el petróleo, desafiando intereses extranjeros y marcando un hito histórico en la afirmación de la soberanía nacional. Así, 1938 no fue simplemente un año de noticias: fue un punto de inflexión. Desde los oscuros augurios de guerra en Europa hasta los micrófonos neoyorquinos y los pozos petroleros de Veracruz, el mundo parecía moverse a un ritmo nuevo, acelerado, incierto.
1938 fue también un año marcado por la segregación racial en el béisbol de los Estados Unidos. Ante la exclusión sistemática impuesta por las Grandes Ligas, muchos peloteros afroamericanos y latinoamericanos buscaron oportunidades en otros circuitos, encontrando en México un destino prometedor. Con apenas 13 años de existencia, la Liga Mexicana de Béisbol comenzaba a consolidarse como un verdadero oasis deportivo: un espacio donde el talento, y no el color de piel, definía el acceso al diamante. Por otro lado, la llegada de grandes figuras de Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y de las Ligas Negras estadounidenses elevó el nivel competitivo y el prestigio del joven circuito mexicano.
Uno de los grandes hitos en la historia de la LMB ocurrió cuando el Águila de Veracruz conquistó su primer campeonato frente al Agrario del Distrito Federal, impulsado por la actuación de un extraordinario pelotero cubano: Martín Dihigo.
Conocido como “El Inmortal”, Dihigo fue un prodigio de versatilidad. Nacido en Matanzas, Cuba, el 25 de mayo de 1905, inició su carrera profesional a los 16 años con el equipo Habana, y la culminó en México en 1950 con el propio Águila de Veracruz, tras pasar por equipos legendarios de las Ligas Negras como los Cuban Stars (East), Homestead Grays, Hilldale Giants y New York Cubans.
Su debut en la Liga Mexicana en 1937 fue legendario: lanzó el primer juego sin hit ni carrera de la historia del beisbol profesional en México ante Nogales, con marcador de 4-0. Además, fue el arquitecto del título veracruzano al lanzar completos los tres únicos encuentros de la Serie Final consistente de 5 juegos contra el Agrario del D.F., llevando a su equipo a levantar su primer trofeo en la LMB.
Era natural que Agustín Verde, mánager del Águila de Veracruz, decidiera contar nuevamente con los servicios de Martín Dihigo para la mítica temporada de 1938. Lo que tal vez ni él mismo imaginaba era que ese año quedaría inscrito como uno de los capítulos más gloriosos no solo en la historia del club, sino también del béisbol mexicano. En esa campaña, el astro cubano alcanzó niveles de excelencia nunca antes vistos, estableciendo marcas tanto en el montículo como con el bate. Uno de sus logros más asombrosos ocurrió frente a los Tigres de Comintra, a quienes ponchó en 22 ocasiones consecutivas a lo largo de 13 entradas, un récord que aún permanece intacto en los libros de la Liga Mexicana.
La racha invicta del Veracruz y la supremacía de Dihigo no tardaron en generar preocupación para el equipo de la capital del país. El Agrario del Distrito Federal, decidido a frenar al fenómeno caribeño y con la recta final de la temporada acercándose, buscó a alguien capaz de enfrentarlo. Las Grandes Ligas, aún segregadas, no ofrecían opciones. Pero había un hombre —quizás el único— que podía estar a la altura de Dihigo: Leroy “Satchel” Paige.
Leroy “Satchel” Paige es ampliamente reconocido como el mejor lanzador en la historia de las Ligas Negras. Nació el 7 de julio de 1906 en Mobile, Alabama, siendo el sexto de doce hermanos. Su apodo surgió en su infancia, cuando trabajaba en la estación del tren cargando equipaje —los llamados satchels— para los viajeros. A los 12 años fue enviado al reformatorio Alabama Reform School for Juvenile Negro Law-Breakers, donde, paradójicamente, descubriría su talento natural como lanzador.
En 1924 inició su carrera con los Mobile Tigers, un equipo semiprofesional, y en 1926 debutó profesionalmente con los Chattanooga Black Lookouts de la Negro Southern League. A partir de entonces, su ascenso fue meteórico. En 1927 fue contratado por los Birmingham Black Barons y más tarde jugó para equipos legendarios como los Baltimore Black Sox, Homestead Grays, Cleveland Cubs, el Bismarck Club y, sobre todo, los Kansas City Monarchs. Su velocidad endiablada, control quirúrgico y carisma inigualable lo convirtieron en una figura de culto. En 1931 se unió a los poderosos Pittsburgh Crawfords, donde compartió escena con mitos como Josh Gibson y “Cool Papa” Bell, y fue pieza clave en la conquista del campeonato de 1935.
Su fama trascendía fronteras. En 1937, Paige fue contratado por el dictador dominicano Rafael Trujillo para lanzar con su equipo, los Dragones de Ciudad Trujillo – hoy Santo Domingo –. Esta decisión provocó tensiones con su antiguo club, dificultando su retorno a las Ligas Negras. Así, en 1938, el mánager del Agrario, Salvador Teuffer, vio la oportunidad perfecta y logró convencer a Paige de venir a México por unas semanas. El objetivo era claro: reforzar al equipo en la recta final del campeonato y enfrentar al imparable Águila de Veracruz de Martín Dihigo. Así se gestó uno de los duelos más memorables en la historia de la Liga Mexicana de Beisbol.
El esperado duelo se celebró en Veracruz el 5 de septiembre de 1938, ante un estadio repleto y el fervor desbordado de los aficionados. Sin embargo, había una sombra sobre el encuentro: durante su anterior campaña en Venezuela, Paige había sufrido un dolor persistente en el hombro derecho, que se agravó con su llegada a México.
El juego comenzó con ambos lanzadores imponentes, manteniendo a raya a los bateadores durante seis entradas completas sin permitir carrera alguna. Mientras Dihigo imponía velocidad y fuerza en sus lanzamientos, Paige apostaba por su astuta técnica submarina, dificultando a los bateadores la lectura de la pelota.
Todo cambió en la fatídica séptima entrada. Con un out en el tablero, Nerón Arjona conectó un hit y Alberto Cornejo recibió base por bolas. José Luis “Chile” Gómez fue el segundo out, pero “Chicalón” Méndez, apodado “El Hombre de Goma” por su elasticidad en la primera base, también recibió pasaporte, llenando las bases. De pronto, al llegar el turno de Silvio García al bate, un wild pitch de Paige permitió anotar la primera carrera del juego. Aunque Paige ponchó a García a continuación, evitando así más daño, era evidente que el dolor en su hombro y el intenso calor de Veracruz le estaban pasando factura.
En el octavo inning, el Agrario volvió con fuerza. Con un out, “Polín” Martínez conectó un hit, seguido por una rola fuerte de “Chucho” Torrijos que golpeó el guante de Dihigo, dejando corredores en primera y segunda. Después, George Sampson disparó una rola por tercera base que pudo ser un doble play. Pero “Chile” Gómez, con una tarde desafortunada, dejó caer la pelota de su guante, llenando las bases. La frustración invadió a Dihigo, y en medio del descontrol, “Tacho” Santaella conectó un hit que impulsó la carrera del empate. Torrijos intentó avanzar desde segunda, pero fue puesto out en un gran tiro al plato del jardinero central cubano “Battling Siqui” Roque.
Llegó la parte baja del octavo episodio. Con Paige ya fuera de la lomita, el mánager Salvador Teuffer llamó al pitcher cubano estrella, Ramón Bragaña. “Popeye” Salvatierra, bateador veracruzano y poderoso jonronero, abrió la entrada con sencillo. Luego, Martín Dihigo volvió a brillar como pelotero completo al conectar un batazo que se fue sobre la barda del jardín central, anotando dos carreras y devolviendo la ventaja al Águila. El estadio estalló en júbilo.
En la novena entrada, Dihigo regresó al montículo para cerrar la faena. Ponchó a Bragaña, quien ya llevaba siete jonrones en la temporada, dominó con rola a tercera a Natos y abanicó a Tomás Hernández para el out 27, logrando así su duodécimo ponche contra los tres de Paige en aquel memorable duelo. El Águila de Veracruz se impuso 3-1, y Dihigo le colgó la derrota al legendario pitcher americano.
Tres días después, los Rojos del Águila de Veracruz lograron su segundo título y el bicampeonato, terminando en primer lugar con una impresionante marca de 40 victorias y 9 derrotas, seis juegos por encima del Agrario de México. El cubano Agustín Verde se coronó como mánager campeón, consolidando así una era dorada para el béisbol mexicano.
Tras su lesión en el brazo, “Satchel” Paige regresó a los Estados Unidos, y muchos creyeron que su carrera había llegado a su fin. Sin embargo, en 1939 inició una notable recuperación con el equipo B de los Kansas City Monarchs, gracias a tratamientos con una loción especial aplicada por el masajista “Jewbaby” Floyd, que revitalizó su brazo. Pronto fue reincorporado al equipo principal, retomando su lugar como lanzador estrella. Con los Monarchs, lideró las Series Mundiales Negras de 1942 y 1946, consolidando su fama por su dominio en el montículo y su carisma.
En 1948, Paige cumplió su sueño al llegar a las Grandes Ligas, firmando con los Cleveland Indians el mismo día en que cumplía 42 años. Su debut atrajo a más de 78,000 espectadores, y en sus primeros meses acumuló seis victorias y solo una derrota, ayudando a los Indians a ganar el banderín de la Liga Americana. Además, se convirtió en el primer pitcher afroamericano en disputar una Serie Mundial.
En 1949, Paige dejó Cleveland, pero regresó a las Grandes Ligas en 1951 con los St. Louis Browns. Sorprendentemente, a los 46 años protagonizó una de sus mejores temporadas: ganó 12 juegos y fue seleccionado para el Juego de Estrellas, convirtiéndose en el All-Star más veterano de la historia. También se convirtió en el primer pelotero elegido por el Comité de Ligas Negras para el Salón de la Fama en Cooperstown en 1971. “Satchel” Paige no solo rompió barreras raciales, sino que demostró que el talento y la pasión no conocen límites de edad. Su legado perdura como símbolo de excelencia, perseverancia y amor al juego.
Por su parte, Martín Dihigo cerró la legendaria temporada de 1938 de la Liga Mexicana de Béisbol no solo con la primera Triple Corona de Pitcheo en la historia de este circuito —terminando con un impresionante porcentaje de ganados y perdidos de 0.900, con marca de 18-2, efectividad de 0.90 y 184 ponches— sino también como campeón de bateo con un promedio de .387. Dihigo continuó su carrera en México, donde se consagró como un ícono al establecer récords como el de más ponches en dos juegos consecutivos, con 34, logrado en 1939 con el Águila de Veracruz. Por mucho tiempo mantuvo el récord de más temporadas liderando en ponches, con cuatro, además de ser campeón en ganados y perdidos en tres temporadas, poseer el récord de más ponches en un juego de nueve entradas con 18, y liderar en efectividad en dos temporadas.
Como mánager, llevó al equipo de Torreón al campeonato en 1942. Dihigo es también dueño del mejor porcentaje global de ganados y perdidos de todos los tiempos, con .676, y tiene uno de los mejores promedios de efectividad, con 2.84. Al bate, registró un promedio global de .317, con 607 hits en 1,917 turnos a lo largo de 577 juegos. Como reconocimiento a su excepcional trayectoria, Dihigo fue incluido en los Salones de la Fama del Béisbol Mexicano, Cubano, Venezolano y Dominicano. Además, en 1977 fue electo al Salón de la Fama de Cooperstown por el Comité de Ligas Negras, convirtiéndose así en el único jugador en la historia del béisbol en ser miembro del Salón de la Fama en cinco países diferentes.
Muchos recuerdos dejó el paso de Dihigo por México, pero sin duda uno de los más memorables fue su duelo con Paige en 1938, un acontecimiento que aún se recuerda como uno de los momentos cumbre del béisbol mexicano. Ambos jugadores dejaron una huella imborrable en la historia del deporte, reconocidos por su talento y sus contribuciones al béisbol internacional. Ese enfrentamiento entre dos titanes no solo fue un juego memorable, sino también un símbolo de la excelencia deportiva y la pasión que define al béisbol en México y en toda América Latina.