El Adivino
Los años pasan, pesan y pisan. Era el crepúsculo de la década de los 80s. Ya muy lejanos estaban los días de gloria en los mejores escenarios del béisbol del México de medidados del siglo anterior. Siendo sombras en tiempos perdidos, muchos de los protagonistas de aquella época habían ya desaparecido del microcosmos del béisbol, o incluso, de la faz de la tierra. Sin contar con una pensión al término de sus carreras deportivas, algunos de esos grandes veteranos encontraron una fuente de ingreso como taxistas, veladores o transportistas. Otros lograron con éxito desarrollarse como entrenadores deportivos, como lo fue el caso de algunas viejas leyendas que ingresaron a las filas de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).
Cuando el novato Fausto Castaños trabajaba en la Dirección de Deportes de la UAS, decidió probar su suerte en el béisbol amateur. Haciendo una gran campaña, la novena de la Dirección de Deportes logró llegar a la final en esa temporada, celebrada en Ciudad Universitaria (CU) de Culiacán. Con 2 outs en la novena entrada y con corredores en primera y segunda, el equipo perdía por 1 carrera cuando llegó el turno al bat de Castaños.
De pronto, el manager del equipo, el veterano Gilberto ‘Gilillo’ Villarreal, pide tiempo, sale del cajón de coach de tercera para dirigirse al bateador y le dice en voz baja: – ‘Negris’, ocupamos ganar –. Castaños, seguro de sí mismo, responde con firmeza a su manager: – Tenme fe. Sabré responder –.
‘Gilillo’, preocupado por lo apremiante de la situación y abrumado por el récord de bateo de Castaños durante la temporada, respondió, tajante: – Espera, voy a batear por tí –. Resignado, el hoy afamado periodista deportivo de Culiacán aceptó la orden de su manager, entregándole el bat.
Sin embargo, el pelotero entrado en los sesenta años no tuvo suerte frente al joven pitcher del equipo opositor. Bateando una rola a tercera, el antiguo short-stop, conocido anteriormente por su velocidad al correr las bases, fue dominado en primera. Al llegar a la caseta, Castaños lo recibió con una sonrisa, señalando: – ¡Fallaste, veterano! –. Villarreal, entre risas, le respondió: – ¡No todo el tiempo puedo producir! –, provocando una fuerte carcajada entre los ahí presentes.
Fue también en la Dirección de Deportes en la que el hoy ex-Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (2001-2005), el Dr. Gómer Monárrez González, conocería a ‘Gilillo’ Villarreal y a otro destacado pelotero de la Costa del Pacífico, Tomás ‘Piyuyo’ Arroyo.
Fungiendo como coach del equipo de la Dirección de Deportes, Monárrez González ayudó a la novena a llegar a semifinales. Teniendo como rival a la Escuela de Ciencias Químico Biológicas (ECQB), el equipo llega al cierre de la séptima entrada con 3 carreras en contra, 2 outs y con las bases llenas. Sin embargo, a batear por la Dirección de Deportes se presenta un joven elemento, quien como según relata Monárrez González: – para el voleibol era nuestra mejor carta, pero como beisbolista no se daba ni solo –.
Fungiendo ‘Gilillo’ Villarreal nuevamente como manager del equipo, Monárrez se acerca a él, ofreciéndole un reluciente bat del número 3. – ¿Quieres que yo entre? –, pregunta el veterano. – ¡Claro, mi ‘Gilillo’! –, contesta el coach. – Tú le darás la línea –.
– No –, responde él. – Dame un número 4. Se las voy a sacar del parque –.
Entrando a la caja de bateo, Villarreal se frota las manos con tierra y saliva, se arremanga el pantalón y se alista para batear. Al verlo, la afición, principalmente compuesta por simpatizantes del equipo de la Escuela de Química, comienza a gritar una y otra vez al unísono: – ¡…illo, illo, ya no le da ‘Gilillo’! –.
Sale el primer disparo. Villarreal, mostrando gran experiencia, sigue la bola con la vista hasta perderse en el guante del catcher del equipo contrario. Primer strike. Sin hacerse esperar, la porra del equipo contrario arrecia en su cántico: – ¡…illo, illo, ya no la ve ‘Gilillo’! –.
Llega el segundo lanzamiento. Una curva al centro. Del bat de ‘Gilillo’ emana un crujido al choque de la esférica con la madera. La pelota, elevándose a más de 320 pies de altura, vuela fuera del parque y se esconde detrás de la obra en construcción de lo que sería más tarde la Escuela Superior de Educación Física (ESEF). Se invierte con ello el score a favor de la Dirección de Deportes.
‘Gilillo’, triunfante, recorre a trote el diamante hasta la tercera base y, debido a su edad, da los últimos pasos hasta el home plate, ya caminando. Ahí lo recibe la misma porra de la Escuela de Química, quienes, mostrando nobleza y respeto, le dan la mano y lo abrazan, mientras su equipo, orgulloso, inicia el coro: –“ ¡…illo, illo, todavía la bota ‘Gilillo’! –, mismo que se repite por todo el parque. Su amigo, Tomás ‘Piyuyo’ Arroyo, sonríe desde el campo al presenciar la escena.
Alegre por la victoria de su manager, Gómez Monárrez sale al encuentro con Villarreal, ofreciéndole su mano. ‘Gilillo’ la aprieta, mientras voltea a ver al ‘Piyuyo’, a quien, entre risas, le dice: – Éste tiene la culpa, ¡es adivino! –.